El Hospital del Niño Jesús atendió el año pasado 190 ingresos por anorexia
La anorexia se extiende entre los jóvenes madrileños como un virus. En la unidad especializada en esta enfermedad en el Hospital del Niño Jesús, el número de casos entre adolescentes se ha quintuplicado. El último año se atendieron 190 ingresos. Los especialistas muestran además su alarma por el aumento de enfermos en la llamada población infantil, en especial en niños de entre siete y diez años, que evalúan en un 10%. Los médicos consideran que la causa de tan espectacular crecimiento en los menores se debe al mensaje que reciben: antes, lo importante era la cara; ahora, los glúteos.
No estar cómodo con su cuerpo era hasta hace poco un problema que afectaba en mayor medida a las niñas en la edad del desarrollo, a partir de los 13 o 14 años. Una carpeta, como escudo para esconder el aumento de su pecho, o un abrigo, aunque hiciera calor, se convertían en la solución para ocultar sus incipientes formas. Ahora el aspecto físico es una obsesión para las crías a una edad mucho más temprana. Con sólo ocho años es normal oír pedir a una niña galletas de dieta o verla mirarse al espejo y preguntar: "¿Estoy gorda?".Esa sensación de que algo está pasando la corrobora Gonzalo Morandé, jefe de la unidad de anorexia y bulimia del Hospital del Niño Jesús de Madrid. "Desde que hace ocho años pusimos en funcionamiento la unidad, el número de casos se ha quintuplicado. Y en los últimos dos años hay otro dato alarmante: los críos menores de 10 años afectados por estos desórdenes alimenticios han aumentado al menos en un 10%".
En el 60% de los casos, la anorexia en los niños evoluciona favorablemente, pero en el Niño Jesús ha habido recientemente tres fallecimientos. Lo que nadie se atreve a aventurar es cómo influirán estos desórdenes alimenticios en los jóvenes. Antes se retrasaba el desarrollo sexual, ahora el crecimiento. Un dato que los médicos ya tienen contrastado es que los niños que comienzan a sufrir anorexia con menos de 10 años llevan un retraso de dos en relación con sus compañeros de clase. "En los colegios es normal escuchar a las niñas hablar sobre su culo, su tripa, sus piernas. Antes lo importante era la cara, ser guapa. Ahora lo que les preocupa es la parte de abajo de su cuerpo. Algunas llegan a intercambiarse trucos para estar más delgadas".
Morandé comenzó a trabajar con enfermos de anorexia y bulimia en 1972 y veinte años después consiguió que el Hospital del Niño Jesús comenzara a destinar camas para esta dolencia. En el último año hubo 190 ingresados, de ellos sólo 12 fueron varones. "La anorexia afecta, sin duda alguna, más a las mujeres que a los hombres, también en las edades más tempranas", explica el especialista.
Morandé ha realizado un estudio entre 1.500 adolescentes de colegios públicos de Madrid para conocer su opinión sobre esta enfermedad. "La inmensa mayoría de los chavales", explica, "culpan a sus padres de los problemas de anorexia. Piensan que no les prestan la debida atención. En otros casos detectamos que estos trastornos aparecen sobre todo en chicos que tienen una baja autoestima y se convierten en esponjas que absorben todo lo que les llega a través de los medios de comunicación. Todo les afecta en exceso. La sociedad es muy culpable de lo que está pasando. No hay una niña que no quiera ser modelo y tener un cuerpo perfecto. Antes, eso lo veíamos en jóvenes a partir de los 13 o 14 años. Ahora he tenido en la consulta a niñas de hasta siete años".
Los trabajos realizados por Morandé a través de su experiencia en este campo concluyen que la anorexia se extiende como un virus sobre todo entre los más pequeños, aunque también hay picos en mujeres muy mayores, casi ancianas. "En un reciente estudio del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) entre población se asegura que una de cada cuatro familia reconoce tener cerca un caso de anorexia", advierte Morandé.
Los estudios confeccionados en el Hospital del Niño Jesús advierten que la anorexia se da más en familias en las que la madre ha sufrido la enfermedad o está muy obsesionada por su peso. En cambio, no distingue clases sociales ni zonas urbanas o rurales.
Para Morandé, además de los mensajes que les llegan a los críos sobre las bondades de tener un buen cuerpo, los hábitos de vida inciden decisivamente en el aumento de la anorexia. "Ahora los chavales se sirven su comida e incluso se preparan algún plato. En una reciente encuesta hecha en colegios hemos descubierto que el 40% de los chavales van a clase sin desayunar. Por ahí empieza el problema".
El té de las cinco
Los especialistas recomiendan llevar "un régimen de vida", o lo que es lo mismo un horario establecido con un tiempo para comer, dormir, estudiar y estar con sus padres. "En algunos casos", explica Morandé, "recomendamos a las madres que fijen una tarde a la semana para salir a merendar con sus hijas, que conviertan la cita en algo especial. Lo llamamos el té de las cinco. Pretendemos que ellas se sientan importantes en las vidas de sus familias. Es una de las mejores terapias".
María: "¿Tengo el culo gordo, mamá?"
Esa primavera iba a hacer su primera comunión y esa primavera comenzaron sus desórdenes alimenticios, que desembocaron en una anorexia. A la vez que decidía cómo quería que fuese su traje para esa solemne ocasión, esta niña de ocho años a la que sus médicos llaman María, para preservar su intimidad, comenzó a preocuparse por su imagen. "Mamá, ¿tengo el culo gordo?", sentenció un día frente al espejo. Y decidió, por su cuenta y riesgo, ponerse a dieta.Su imagen por aquel entonces era la de una chavala menuda y más bien delgada. Sus padres tomaron el comentario y el anuncio de que iba a comer menos como "la tontería" de una cría. Incluso decidieron secundar sus planes.
El día que María hizo la comunión pesaba tres kilos y medio menos. Lo que en principio le pareció a la familia algo sin importancia se convirtió poco a poco en un grave problema. El asunto llegó incluso a despistar a su médico habitual, que restó importancia al descenso de peso.
Todas las alarmas se dispararon cuando la niña confesó que un yogur desnatado era entonces el único alimento que tomaba al día.
María entró en la espiral de la anorexia más rápido de lo normal, quizá por su temprana edad. Terminó ingresada en el hospital del Niño Jesús durante seis semanas.
Sus padres asistieron atónitos al proceso de autodestrucción de la pequeña. Primero se sintieron culpables y más tarde pasaron a preguntarse cómo todo aquello se les había escapado de su control sin darse cuenta.
Después de un periodo de tratamiento intensivo, María comenzó poco a poco a mejorar con la ayuda de médicos y psicólogos. Como casi todos los críos, culpó a sus padres. "Eso es algo habitual en los niños. Todos piensan que su familia no les presta la debida atención", dice Gonzalo Morandé.
La cría comenzó a despertar de su mal sueño tras una terapia de grupo en la que se combinaron juegos con otros niños y conversaciones con dos psicólogas. Todavía está en tratamiento.Mejora poco a poco, pero las secuelas de la enfermedad las sufrirá para siempre.
María nunca tuvo el culo gordo, pero aún no ha reconocido su problema. "Eso es cosa de mis padres. Yo sé que no tengo anorexia", insiste.
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