Los años heroicos del ciclismo
La muerte de Gino Bartali, el último protagonista vivo de los tiempos oscuros
Hubo un tiempo, en la prehistoria del ciclismo, antes del motor, cuando se corría por rabia o por amor (así lo cantaba Francesco de Gregori: Girardengo, el primer campionissimo, era su héroe).Después llegó la guerra. La destrucción. Entonces, después, se corría por hambre (y por amor). Había gregarios que se fatigaban en la bicicleta para poder comer carne por lo menos los días de carrera; y había campeones. No había televisión. Había alguna radio que otra. Y estaban los periódicos que llevaban día a día historias legendarias, leyendas que construían hombres solitarios, campeones, fatigando por montañas polvorientas sobre una bicicleta.
Entonces era cuando corrían Bartali y Coppi. Finales de los años 40. Principios de los 50.
Cuando Italia se reconstruía. Los pueblos, ciudades y regiones pugnaban por recibir una etapa del Giro ciclista, promesa de restauración de puentes, carreteras, de llegada del teléfono, de la electricidad. La Italia dividida. Bartalistas y coppistas. Pueblos, posturas, irreconciliables. Italia también se reconstruía en su orgullo, olvidando los años negros, ofreciendo al mundo entero dos campeones únicos. Coppi y Bartali.
El ciclismo de aquellos tiempos, el ciclismo de la llamada época épica, no eran sólo los campeones. El ciclismo, la mayoría de los que corrían el Giro, eran los gregarios. Entonces, ser gregario no era lo de después. Era otra cosa. Era ser esclavo de un campeón a cambio de un sueldo magro. Bartali tenía los suyos, Coppi también, los sprinters también tenían a su gente. Los buscaban fuertes para que se pudieran pegar con quien hiciera falta a la hora de asaltar bares y restaurantes de carretera a la hora del avituallamiento. Los buscaban resistentes y de poco comer para que no exigieran mucho. Los buscaban escaladores para que les empujaran del sillín y de la espalda en los puertos.
Giovanni Pinarello, que en las columnas de al lado escribe sus últimos recuerdos de Gino Bartali, es ahora un afamado constructor de bicicletas en Treviso. Su marca es la marca de los mejores equipos, del Banesto y del telekom. Fue la bicicleta de Induráin y es la bicicleta de Ullrich. Pero Giovanni Nane Pinarello, nacido en 1922, fue, en aquellos años heroicos, cuando el ciclismo también era un asunto de clases, gregario ejemplar. "Y un chuparruedas de clase. Para chupar rueda también hay que saber, no vale cualquiera. Y yo era el mejor. El único que podía competir conmigo era Bini. A veces teníamos una lucha tremenda entre los dos para goger la rueda de Donato Piazza, que medía 1,86 y pesaba 90 kilos".
Los gregarios. Capaces de cualquier cosa por quedar últimos en las carreras. "Una vez quedé el último en el Giro. Fue en 1951. La maglia nera [simbólico jersey para el último] entonces daba dinero. Te invitaban a critériums de a 15.000 liras cada uno. Pero si yo quedé el último fue por el chocolate suizo. Una etapa que terminaba en Saint Moritz ofrecía de premio a los tres últimos una buena ración de chocolate. Y por ganarlo gané también la maglia nera.
Los gregarios eran anónimos, pero tienen nombre. Y voz. En algunos libros de historias han contado su historia, la historia de aquel ciclismo italiano de la posguerra hambrienta del que nacieron los mitos. Ferdinando della Giustina, por ejemplo. "Era un ciclismo de carreras largas, duras, bloqueadas. Siempre debían ganar los mismos. Para nosotros, para los gregarios, no había libertad. Quien osaba fugarse sin permiso de los jefes siempre tenía un mal fin". Lucha de clases. Bortolo Bof, otro gregario. "De Fausto Coppi decían que era comunista, pero no era ni comunista ni nada, sólo trabajaba para sus asuntos. De Gino Bartali se decía que era un santo, pero igual que el otro también se dedicaba solo a sus negocios".
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