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FÚTBOL 36ª jornada de Liga

El Depor se empecina en alargar la Liga

Un gol del Zaragoza a cuatro minutos del final frustra la gran fiesta coruñesa

Xosé Hermida

No hay que darle más vueltas, ni hacerse falsas ilusiones: el Deportivo es un equipo históricamente abocado al sufrimiento y para conseguir esta Liga someterá antes a sus seguidores a un suplicio interminable. Ayer, por fin, todo parecía hecho. La derrota del Barcelona había desatado la euforia en A Coruña y, a falta de cuatro minutos, Riazor enloquecía con la victoria de su equipo. Pero es parte inseparable el espíritu blanquiazul ese extraño empecinamiento en guardar siempre alguna sorpresa para los momentos finales. Aguado se elevó sobre el cielo de A Coruña, metió la cabeza entre una maraña de jugadores que aguardaba un centro en la misma cocina del área y un silencio de velatorio se hizo en las sufridas gradas de Riazor. El título sigue muy cerca del equipo de Javier Irureta, pero, como siempre, habrá que esperar: robustecer el corazón y esperar otra semana más. La Liga mantiene el suspense porque, aunque no lo sepa ninguno de sus biógrafos, Alfred Hitchcock era hincha del Deportivo.El Deportivo vivió su tarde más decisiva bajo las consecuencias del efecto gaseosa, muy típico en duelos tan cruciales como el de ayer. En situaciones de emergencia, muchos equipos suelen salir desbocados, echando espuma por la boca, para quedarse sin fuerza al cabo de un rato. Algo de eso le sucedió al Deportivo, avasallador en los primeros minutos, pero que fue diluyéndose con el paso del tiempo ante la tenaz resistencia del Zaragoza.

DEPORTIVO 2ZARAGOZA 2

Deportivo: Kouba; Manuel Pablo, Donato, Naybet, Romero; Flavio, Mauro Silva; Víctor (Turu Flores m. 57), Djalminha, Fran (Pauleta m. 86); y Makaay (Scaloni m. 80).Zaragoza: Juanmi; Cuartero, Aguado, Paco, Lanna; Juanele (Vellisca m. 72), Acuaña, Aragón (Yordi, m.76), Garitano, Marcos Vales; y Milosevic. Goles: 0-1. M. 53. Tiro de Garitano desde fuera del área, Kouba mete los puños pero su rechace se queda muy corto y lo recoge Juanele para marcar de tiro cruzado. 1-1. M. 59. Centro de Fran desde la banda izquierda al pico contrario del área pequeña y remate cruzado de cabeza de Makaay. 2-1. M. 80. Djalminha avanza en la posición de interior, hace la pared con Turu Flores al borde del área y empalma un gran tiro razo pegado al poste izquierdo al que no puede llegar Juanmi. 2-2. M. 86. Centro muy largo de Acuña que cabecea Aguado en el segundo palo. Árbitro: Iturralde González, vizcaíno. Expulsó a Djalminha (m. 80) por doble amonestación y mostró tarjeta amarilla a Aragón, Mauro Silva, Juanele, Lanna, Garitano y Paco. Lleno total en Riazor, con 35.000 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por el asesinato de José Luis López de la Calle.

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Apenas se había iniciado el partido y Riazor recibió buenas noticias: su equipo no estaba paralizado por la tensión, como en la infausta tarde de hace seis años que tanto se recuerda estos días en A Coruña. El Deportivo parecía como un depredador excitado por la proximidad de la presa. Durante un cuarto de hora, abrasó al Zaragoza con una presión muy adelantada y logró acorralarle en las inmediaciones de su área. Comandado por un excepcional Flavio, presente allá donde se cocía un lío, el Deportivo anunciaba su deseo de dejar las cosas claras desde el principio. Fue precisamente un cañonazo de Flavio el que propició la primera ocasión clara de los blanquiazules, pero Víctor llegó unas décimas de segundo tarde al rechace de Juanmi. Poco después, al propio Víctor le volvió a suceder lo mismo tras un centro de Djalminha desde la derecha.

Pero el estrepitoso alarde inicial de fuerza de la gaseosa fue remitiendo poco a poco. Aunque el Zaragoza, obligado a ganar si quería mantener sus remotas opciones al título, no lograba rebasar el medio del campo, resistía atrás con entereza todas las acometidas del Deportivo. Y, gracias a su consistencia, el equipo de Txetxu Rojo logró salir a flote del asedio y, pasado el momento inicial, pudo equilibrar el partido. Para lo que había en juego, el Zaragoza fue un equipo muy rácano, siempre pendiente del adversario e incapaz de disparar entre los tres palos en toda la primera parte. Pero como rival, el conjunto de Rojo presentó una dura oposición al líder. Tuvo aplomo y entereza para resistir el acoso inicial y arrojo para reaccionar en el momento en que el choque parecía perdido. En realidad, el Deportivo esperaba enfrentarse a un adversario español y se encontró a una especie de equipo italiano, muy difícil de digerir y que extrajo petróleo de sus escasas incursiones en el área local.

El Deportivo necesitaba alguna referencia a la que agarrarse para abrir un boquete en el muro rival. En esos casos, todo el mundo se acuerda de Djalminha, pero el brasileño lleva varias semanas a la deriva. Fue Fran el que tuvo que aparecer en el tramo final de la primera parte y levantar el ánimo de un equipo que empezaba a extraviarse peligrosamente. Pero el Zaragoza pareció cobrar alegría en el descanso, empezó a aventurarse con más decisión en el área local y, al poco de la reanudación, despertó todos los fantasmas que anidan en lo más recóndito de Riazor. Kouba no supo atrapar un duro remate de Garitano, Juanele transformó el rechace y la grada adquirió una palidez fúnebre.

En ese momento tan comprometido, el Deportivo estuvo a la altura. Este equipo tan deprimente en sus desplazamientos es capaz de sobreponerse en su estadio a cualquier situación envenenada. El gol del Zaragoza era uno de esos golpes anímicos que muchos no son capaces de encajar. Pero la respuesta del Deportivo fue fulminante. Apenas cuatro minutos después, Fran metió un centro primoroso al interior del área y allí Makaay ejecutó con la eficacia habitual. A partir de entonces, todo resultó vertiginoso, confuso y hasta absurdo. Primero, el golazo de Djalminha, en el minuto 80, seguido de una chiquillada incomprensible: el brasileño se fue a la caseta por celebrar el gol a pecho descubierto cuando ya tenía una amonestación. Una mezcla de euforia y rabia se extendió por el estadio. Y, a falta de cuatro minutos, sin que el público supiera a qué carta quedarse, sobrevino el mazazo. El Zaragoza ya había necesitado muy poco para marcar primero y no le hizo falta mucho más para alcanzar el empate. Un despiste defensivo, un cabezazo en el área y una afición maldiciendo su condena histórica: como siempre, le toca sufrir hasta el final.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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