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Austria votará en referéndum sobre las sanciones si la UE no las retira

El Gobierno austriaco de coalición entre el Partido Popular (ÖVP) y el Partido Liberal (FPÖ), del populista Jörg Haider, decidió ayer, en un Consejo de Ministros extraordinario, convocar un referéndum para evaluar el grado de rechazo popular a las sanciones impuestas por sus 14 socios en la UE. Tres meses después de que la formación de dicha coalición provocara estas sanciones, sin precedentes en la historia de la UE, el Gobierno de Viena ha decidido pasar a la ofensiva, eso sí, asumiendo una iniciativa del propio Haider.

Haider capitaliza así el sentimiento de indignación y rechazo que estas sanciones comunitarias han generado en la sociedad austriaca.Austria, el mayor pagador neto per cápita de la UE y el que alberga al mayor número de inmigrantes de la UE después de Luxemburgo -donde gran parte de los extranjeros son funcionarios europeos de gran nivel adquisitivo- se halla desde entonces en un estado de excepción en sus relaciones internacionales por estas sanciones, proclamadas con la intención de denunciar la alianza gubernamental de los conservadores del ÖVP con el partido del populista Haider, que hizo una campaña manifiestamente xenófoba y notoriamente eficaz.El canciller federal, Wolfgang Schüssel, del ÖVP, y la nueva presidenta del FPÖ y vicecanciller federal, Susanne Ries-Passer, anunciaron ayer en Viena que si los 14 socios en la UE no reconsideran su actitud respecto a las sanciones, el Gobierno convocará un referéndum en otoño para determinar la opinión de los austriacos respecto a unas medidas de sus socios en la Unión. Las medidas tomadas por los otros 14 miembros de la UE en Lisboa se consideran profundamente injustas por parte tanto del Gobierno como de muy amplios sectores, probablemente mayoritarios, del país.

El canciller Schüssel aseguró que la consulta no es una medida de presión, ni mucho menos un chantaje. Pero es evidente que la presión de la opinión pública ha sido determinante. La mayoría de los austriacos, que en los últimos cincuenta años han sido siempre los máximos receptores de inmigrantes y refugiados del este de Europa y los Balcanes, se consideran atropellados por la decisión tomada en la Cumbre de Lisboa, que impide los contactos bilaterales políticos a alto nivel entre Viena y las demás capitales europeas. La ministra de Exteriores austriaca, Benita Ferrero Waldner, se entrevistará este fin de semana con sus colegas de la UE en la reunión que se celebra en las Azores. Mientras, en Viena han surgido informaciones sobre una supuesta revisión de la decisión de Lisboa de imponer a Austria unas sanciones sobre la mera base de las declaraciones del líder político de uno de los partidos del Gobierno.

El referéndum, de no cambiar el ánimo social en Austria, podría convertirse en un plebiscito contra la UE y ser a la postre el mayor revés para el proyecto europeo jamás habido. Puede, además, ser un precedente para muchos peligroso, como las propias sanciones, para países mayores como Italia, en los que se perfilan alianzas potenciales entre partidos de centro y otros populistas o ultraderechistas. Las sanciones contra un miembro por declaraciones de algún líder político sin que medie hecho político o legal alguno y sin el menor atisbo de modificación en el respeto al Estado de derecho podría abrir una caja de pandora en el seno de la Unión Europea.

Schüssel aseguró ayer que la población respondería a una pregunta que implicaría el profundo y declarado compromiso de Austria con la UE. Y anunció una ofensiva diplomática para demostrar en Europa que el trato que está recibiendo su país en el seno de la UE no tiene base jurídica, ni política ni sentido común.

Haider, que se ha retirado de su cargo como presidente del partido minoritario en el Gobierno, se está viendo beneficiado, al menos a corto plazo, por estas sanciones. Sus adversarios tienen enormes dificultades para oponerse al efecto de solidarización que produce la percepción de las sanciones como una injusticia. Los austriacos, cuyo nivel de vida y protección social les llevó en su día a tener tantas dudas como los daneses sobre la necesidad u oportunidad de entrar en la UE, se consideran maltratados por una mera cuestión de aritmética electoral. Las consecuencias de un referéndum en el que se expresara dicho malestar son imprevisibles. En Viena, ayer, el Gobierno se plegó a la presión del mismo, pero Schüssel no ocultó que preferiría que la apuesta no se produjera.

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