Primavera en el Photomuseum
Cuando la primavera revienta las yemas de los arboles, el Photomuseum y otras galerías del Ayuntamiento, en el siempre festivo Zarautz, abren un abanico fotográfico de lo más florido. Este año, y hasta finales de mayo, son seis las exposiciones que conforman las Jornadas Fotográficas 2000. Tres de ellas tienen un carácter estrictamente documentalista y las otras se adentran en terrenos de creación más compleja. Además de poder disfrutar de los trabajos presentados se puede asistir a un taller sobre el bromoleo, técnica de principios de siglo XX que permite eliminar o resaltar detalles para conseguir una imagen en semitonos. Un ejercicio didáctico que abre nuevas vías de intervención a la imaginación de los creadores.Una de las secciones documentales, Hegastiak, donde concurren varios autores, está dedicado a las aves. Es un conjunto de fotografías realizadas en plena naturaleza donde la belleza de los motivos no oculta sensibilidad especial hacia la ornitología y un respeto evidente hacia el medio ambiente. Son imágenes que, bien por su interés científico o por similitud temática, vienen a recordar las bellas cigüeñas en vuelo, primer referente importante del género, tomadas por el alemán Ottomar Anschütz con un sistema de cámaras múltiples en 1884.
La siempre atractiva y sugerente fotografía neorrealista italiana tiene también su espacio. Esta exposición se recoje en catálogo para dejar constancia de su interés. Un estilo nacido bajo la influencia del cine y presentado en 1948 por la Bienal de Venecia como Fronte nuovo delle arti o La nuova secessione italiana. Sin llegar tan lejos, ya que no faltan precedentes muy acertados, su importancia no presenta ninguna duda. Son aspectos inéditos de la vida cotidiana en Italia una vez terminada la Segunda Guerra Mundial; una manera de percibir una realidad afectada por los problemas sociales que clamaban soluciones; exploración de rincones humanos donde la denuncia no excluye la ternura de unos personajes cuyas miradas y gestos transmiten esperanza.
Pio Guerendiain desemboca directamente en Nueva York. Notas gráficas de una ciudad donde lo cotidiano resulta atractivo para el visitante. Es continuación de las excursiones daguerrianas, una formula que constituye un aspecto esencial de la historia de la fotografía. Síntesis de diferentes saberes donde se combina el arte, la sociología, la política, la antropología y también la técnica. Las tomas son precisas en su discurso, pero inevitablemente, a pesar de los criterios del autor, abren interrogantes que el lenguaje fotográfico por si solo no termina de descifrar.
En un terreno de mayor intervención sobre la imagen aparece Joxean Olazagoitia. Con La piel-In memoriam y un método de collage realizado con sus propias fotos transmite los aromas de una vida interior envuelta por cicatrices afectivas y rebeldía. Un manifiesto personal a través de una iconografía que desprende cierto grado de tormento. Por su lado, José Luis Marín manipula, pinta o superpone sus polaroid queriendo llegar en su búsqueda hasta el impacto impresionista que no siempre consigue. Muestra rostros de mujer a las que dice querer hacer un pequeño homenaje con esta exposición, una denuncia del manejo interesado de la figura femenina en la sociedad de consumo. Finalmente, Lorenzo Iglesias se descuelga con su colección de bromoleos. Sus composiciones mantienen un tono muy académico que resulta agradable observar. Crea una atmósfera donde las formas se desvanecen. La reproducción escapa de la visión mecánica de la cámara oscura y da paso a una manipulación denostada en su momento por los puristas de la fotografía y hoy graciosamente recuperada.
Puede hablarse de una oferta generosa, sin estridencias, sencilla, donde siempre pueden echarse en falta conferencias, autores o géneros, pero no deja de ser una hazaña, más para el escaso presupuesto que maneja la institución promotora, por cierto, de iniciativa privada y pionera en España.
