"Aquí, aunque no tengas prisa, vas deprisa"
Alfonso Salomón (Baney, Guinea Ecuatorial, 1971), vive en Barcelona desde 1994. Cursa un curso de posgrado de cooperación en el CIDOB e imparte clases de religión en un colegio católico barcelonés.Pregunta. ¿Cuáles fueron sus primeras impresiones de esta sociedad?
Respuesta. Estuve en un internado en Canarias. Lo que más me impresionó fue la posibilidad de comer cuatro veces al día. Y la cantidad de comida que sobraba. Y el hecho de que nadie comía en otra ocasión lo que había sobrado. La segunda cosa que más me impactó fue la libertad que tienen las parejas para expresar sus sentimientos. En mi país la gente puede ir desnuda, pero una pareja no se coge nunca de las manos.
P. ¿Percibió que la sociedad catalana era diferente de la de Canarias?
R. Es muy diferente. Lo primero que vi es que aquí todo el mundo va de prisa. Aquí, aunque no tengas prisa, vas deprisa. Canarias, en ese sentido, es más parecida a Guinea. Lo segundo que vi fue la desigualdad. El barrio chino no parece Barcelona. Es completamente diferente. En mi país todo es más uniforme. Allí un barrio tiene luz eléctrica durante más rato que otro, pero todos tienen electricidad. Lo tercero que me impresionó es que todo el mundo va a lo suyo. Y, en último lugar, percibí que la gente te mira como sino te quisiera mirar. Te miran, saben lo que han visto, pero hacen ver que no lo ven. Es curioso.
P. ¿Qué ha ganado y qué ha perdido al cambiar de sociedad?
R. He perdido el crecer junto a los amigos, familiares y sentimientos humanos de toda la vida. He ganado capacidad de análisis. No sólo actúo con el corazón, sino también con la razón. También he ganado formación académica.
P.¿Percibió aquí el sustrato de una gran emigración anterior?
R. Depende del barrio donde caigas. En Barcelona no se nota mucho. En sus alrededores, por ejemplo, en Castelldefells, mucho. Se nota en la manera de dirigirse a ti, con más confianza. Pero no se perciben dos comunidades claramente diferenciadas.
P. ¿Percibió algún tipo de tensión lingüística?
R. Hablar catalán te favorece. La gente te siente más cercano y te abre puertas laborales. La gente que habla castellano parece que esté de paso.
P. ¿Dónde ve su futuro?
R. En Guinea. Cuando la emigración no es económica, sino formativa, la gente tiende a volver. Me veo en la Universidad, o en un colegio privado, o en mi pueblo, organizando cosas. Si puedo, no trabajaré como funcionario.
P. ¿Ser emigrante de raza negra genera sentimiento de minoría?
R. En Cataluña lo tuve cuando llegué. Me sentía apartado. Ser negro tiene ventajas: genera curiosidad, una intención de acercamiento. Y tiene desventajas: siempre te distinguen. Sobre todo, ante la Administración.
P. Esa distinción continua ante la Administración, ¿cómo se traduce en la vida cotidiana?
R. En que la policía te pide la documentación a ti y no a tus amigos. O en que te niegan la entrada a espacios lúdicos, como me ha pasado a mí varias veces en la discoteca Trauma. Esto puede generar tensión en el emigrante. Sobre todo en el caso de que no tenga papeles.
P. ¿Percibe que esta sociedad posee muebles suficientes para asumir una nueva ola de emigración masiva?
R. Paulatinamente los va adquiriendo. La emigración aumenta, pero la sociedad puede asumirla, aunque ahora no hay fomación para concienciar a la gente. Lo veo como una bomba que explotará si no se dan los pasos necesarios, que son crear una conciencia crítica y analítica ante el fenómeno, en la educación y en los medios de comunicación. Hay que presentar un aspecto positivo en la emigración, tomando como ejemplo las oleadas anteriores.
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