Chaves quiere dialogar
Manuel Chaves acaba de estrenar su cuarto mandato consecutivo como presidente de la Junta de Andalucía, apoyado por los 52 diputados de su partido y los 5 del Partido Andalucista. El nuevo Gobierno incorpora muchas caras nuevas, pero mantiene los dos pilares del anterior equipo: Gaspar Zarrías, en Presidencia, y Magdalena Álvarez, en Economía. A ellos se suma el fichaje estrella de Alfonso Perales, ex secretario federal de política municipal del PSOE. Con la presencia de seis mujeres, Chaves cumple estrictamente su compromiso de asignarles la mitad de las 12 carteras asignadas al PSOE. El Gobierno andaluz se completa con dos consejeros -varones ambos- designados por el Partido Andalucista.Desde su investidura, Chaves ha reiterado la necesidad de establecer un diálogo fluido con el Gobierno central. Ha defendido la idea de que la mayoría absoluta libra al PP de las "ataduras" que condicionaron las relaciones de ambos gobiernos en la pasada legislatura. El problema pendiente más grave es la reclamación de que el Gobierno central reconozca el censo real a efectos de financiación autonómica. Hay 385.305 andaluces más en el censo de 1998 de los que se toman en consideración para calcular determinadas partidas presupuestarias, como la de educación. De haber aproximación en ese punto, la Junta retiraría los recursos de inconstitucionalidad presentados contra los Presupuestos Generales del Estado en los tres últimos años. Un acuerdo en ese punto permitiría desactivar el conflicto sobre la financiación autonómica y la negociación de las transferencias pendientes: cuencas hidrográficas y políticas activas de empleo, en particular.
Las primeras reacciones del PP andaluz no son muy alentadoras respecto a la receptividad que vaya a encontrar Chaves. Su presidenta, Teófila Martínez, en su estreno como portavoz parlamentaria, no pareció dar importancia a la mano tendida y ha acusado al presidente andaluz de confundir diálogo con sumisión.Es cierto que los resultados del diálogo no pueden fijarse por adelantado, pero tampoco puede aceptarse que quien tiene la última palabra se niegue a negociar problemas que son bien reales. Aznar, que lleva años negándose a recibir a Chaves, no puede seguir ignorando a quien representa por designio popular a la comunidad más poblada de España. Las divergencias ideológicas no pueden actuar como filtro en las relaciones entre ambos gobiernos. Ahí va a tener Aznar -y Rajoy- una primera prueba de la sinceridad de su compromiso de investidura.
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