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FÚTBOL De la Quinta del Mini a la del CentenarioIVÁN DE LA PEÑA

"Nuestro estilo le gusta a muy pocos técnicos"

José Sámano

Desde la coronilla de Asensi no ha habido calva más mimada por el Camp Nou que la de Iván de la Peña. Tanto o más, incluso, que la de Ronaldo. A diferencia del brasileño, al que el público jaleaba por sus goles estratosféricos, a Iván (23 años) se le mimaba por su intención. Muchas veces inútil, pero a la grada no le importaba. Iván era un solista que por su buen gusto se ganó el corazón culé. Y el de buena parte de la afición española y la generación Jasp, bandera que enganchó junto a Raúl.Hoy día Raúl viaja en globo, e Iván lleva a duras penas su exilio. "No sé si me ha faltado un poco de rebeldía", afirma ahora el cántabro, que apostilla: "Siempre he intentado hacer lo que me mandan". Y así ha sido desde que dejó el barrio pesquero de Santander para instalarse en La Masía. Haciendo lo que le decían sus técnicos no le iba mal, era el niño prodigio de la cantera, la joya de la corona de una entidad donde entonces reinaba Johan Cruyff. Iván cumplía a la perfección con el formulario del holandés: divertía, manejaba la pelota como nadie, era el mejor en los rondos... "Con Johan demostramos mucha calidad, todos disfrutamos e hicimos disfrutar a la afición", afirma en referencia a sus compañeros de clase en la La Masía. Cruyff le dio la alternativa... y más de un palo, como cuando le acusó de no manejar las dos piernas. Iván lo entendió como un incentivo extra y en la primera ocasión que tuvo dio al mister un enorme achuchón en público. Fue tras un gol al Zaragoza desde más de 40 metros. Iván corrió hacia el banquillo y se colgó del cuello de Johan. Había química. "Los de la quinta sabíamos que con Cruyff teníamos posibilidades; era una gozada porque llevábamos desde pequeños jugando a lo mismo". ¿Qué ocurrió entonces? "Nuestro sistema, basado primordialmente en el balón, no le gusta a todos los entrenadores". "De hecho", matiza Iván, "al margen de Cruyff, sólo conozco a un técnico con esa mentalidad: Valdano". Aquella brillante tropa de la cantera quizá levantara algunas sospechas físicas, sobre todo por su continuas lesiones musculares. De la Peña expone al respecto argumentos contundentes: "Nos basábamos en el balón, cierto, pero el físico se trabajó bien y las lesiones fueron casuales, de otra forma no hubiéramos ganado tantos títulos".

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Con Johan desterrado, Iván pasó un mal trago con Robson hasta que el clamor de la hinchada y la histórica remontada copera del curso 96-97 frente al Atlético le dio la titularidad. Luego llegó Van Gaal. "Contó conmigo hasta que me lesioné, y cuando me recuperé ya había cambiado de opinión; nunca supe la razón". Emigró al Lazio y le llamaron pesetero. "Por dinero, me hubiera ido el segundo o tercer año".

En Roma no le fue bien. Y no sólo por otra inoportuna lesión. "Allí si la juegas te llaman loco". No es extraño, por tanto, que Iván se haya preguntado tantas veces: "¿Para qué me ficharon?" Erickson, el técnico del Lazio, le reclamaba hasta la saciedad que defendiera. Además, nada de tocarla. El credo era simple: pase largo sin riesgo, sin transiciones por la media cancha. Lo pelat se defendía para sus adentros recordando un capítulo de la escuela Cruyff: "Es mejor perderla arriba que atrás, y yo disfruto con jugadores de calidad y varios por delante de mí, lo que me permite mayores posibilidades de pase". Su filosofía no encajaba en el calcio -"allí, con un 0-0 en el descanso están todos contentos"- y se exilió al fútbol francés, más sosegado, más técnico. Pero en Marsella se ha encontrado un polvorín: un técnico despedido, el equipo estrangulado por la amenaza del descenso. En junio tiene que ponerse de nuevo en manos del Lazio, que aún tiene sus derechos. Todo es incierto. Una cosa sí tiene clara Iván: "El fútbol es lo que más me gusta en la vida y nunca he tenido ganas de tirar la toalla".

Pero Iván no termina de encajar. Le moldearon para jugar de una forma concreta, le ensalzaron por ser un alumno aventajado y ahora todos le recriminan por no jugar de otra manera. Falto de un gramo de rebeldía, Iván calla. Sólo repite tras un silencio: "A muchos entrenadores no les gusta mi estilo; lo aprecian Cruyff y Valdano".

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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