Un cambio de cultura
"Una pierna de Roger es mejor que las cuatro que suman entre Reiziger y Bogarde". Cruyff resumió con una frase lapidaria la transformación deportiva que vivía el Barcelona con la llegada de Van Gaal. Pese a proceder de la misma escuela, la del Ajax, considerado como la guardería del fútbol europeo, Cruyff y Van Gaal comparten poco más que la nacionalidad holandesa, de manera que el Barça de hoy es diferente al de ayer, aunque, como el Ajax, coinciden en su carta de naturaleza: el gusto por el juego ofensivo.Van Gaal utilizó la herencia de Cruyff para financiar sus fichajes holandeses en una operación de gran coste social. El nuevo entrenador fue sustituyendo uno a uno a cuantos jugadores intengraron la Quinta del Mini, los mismos que llegaron a disputar y perder todos los títulos del ejercicio 95-96 en un triste final presidido por una seductora semifinal de la Copa de la UEFA ante el Bayern de Múnich.
En tres años, Van Gaal ha comprado un plantel exquisito sin atender a los hijos de Cruyff, aunque asumiendo su legado, representado por futbolistas del peso de Guardiola, Sergi, Luis Enrique o Abelardo y, sobre todo, Figo. A tenor de la crecida del Barça y de la suerte de la Quinta del Mini se diría que Van Gaal tenía razón. Roger no juega lo que se esperaba en el Espanyol, ni Óscar tiene tanta salida como se creía en el Valencia, de la misma manera que Celades parece estar en un año de tránsito, camino de Madrid, mientras que de De la Peña sólo llegan lamentos. "La filosofía de Cruyff no me ha servido para nada", confesó Lo Pelat al diario As. Han sido los futbolistas con menos nombre, aquellos que no estaban en la camada, los que se han labrado un fuerte futuro, como Luis Cembranos o Toni Velamazán, y es un jugador que no era de nadie sino que sólo respondía de sí mismo, como Gerard, el que más ha triunfado.
Los expertos coinciden en que hay distintas razones para explicar lo sucedido en el Camp Nou. Las hay de tipo general y que afectan a todos los clubes por igual: la sentencia Bosman ha abierto y abaratado el mercado europeo hasta el punto de poner en peligro al futbolista de club; se ha agudizado la tendencia a utilizar la cantera como moneda de cambio en situaciones de bonanza o como recurso en los momentos de crisis; y el fútbol se ha industrializado en perjuicio de la ruralización que imponía la calle, donde la selección de jugadores era natural como la vida misma, de tal manera que hoy hay otro tipo de futbolista y también de entrenador. A Cruyff no le apetece batallar mientras que Van Gaal no descansa en su intento de agrandar su currículo.
En el Barça, el cambio de entrenador supuso también un cambio de cultura futbolística, tan radical en algunos asuntos que más pareció una operación de extinción del cruyffismo que una alternativa. De la cabeza de Cruyff se pasó a la libreta de Van Gaal. El jugador imaginativo, espontáneo, listo, con un punto de atrevimiento, que no de rebeldía, perdió peso frente al futbolista disciplinado, dócil, táctico y mecánico. Donde antes se aplaudía la intención, se acabó imponiendo la ejecución de la jugada, y de repente jugadores que parecían imprescindibles para dibujar el futuro pasaron a formar parte del pasado. A la Quinta del Mini se le reprochó el descuido físico que suponía el metodo de Cruyff y se la acusó de ser blanda, poco competitiva y, además, intolerante con el nuevo orden. Habían aprendido a jugar de una manera, todos a una, y ahora les pedían que actuaran de otra forma y por separado. La suplencia dio paso a la inactividad y, acto seguido al traspaso para la desdicha de la Quinta, que quedó desarticulada. Acostumbrados a jugar juntos, les costó encontrar consuelo cada uno por su cuenta, como suele ocurrir con todas las quintas o al menos lo mismo le pasó, por ejemplo, a Martín Vázquez cuando dejó el Madrid del Buitre, o a Kluivert a su paso por el Milan. Van Gaal no hizo otra cosa que sustituir la camada que dejó Cruyff por la que él mismo creó en el Ajax.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.