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FERIA DE ABRIL

El toro de todas partes

Los celosos custodios del protocolo de la Maestranza andan a vueltas con el toro de Sevilla, que contraponen al toro de Madrid. El toro que exigen en Madrid -grande, dicen, y con trapío- no debe salir en Sevilla, según los celosos custodios del protocolo de la Maestranza. En Sevilla ha de salir el toro de Sevilla, naturalmente, que es chulo de cuerpo, agradable de pitón, en conjunto armonioso y, si bien se mira, una monada. Con lo cual han conseguido que salga en Sevilla el toro de todas partes; para empezar y que no quepan dudas, en la primera corrida de feria.El toro de Sevilla vale perfectamente para Castellón y viceversa. Y que a nadie se le ocurra protestar. Los celosos custodios del protocolo de la Maestranza abominan del público protestón y tienen marcadas unas pautas de comportamiento para la afición sevillana, que debe limitarse a intercambiar miradas desaprobatorias con el vecino de localidad, sin decir esta boca es mía.

Dehesilla / Romero, Ponce, Morante Toros de La Dehesilla (cinco de este hierro y tres de José Luis Pereda fueron rechazados en el reconocimiento), 6º, sobrero, en sustitución de un inválido: escasos de trapío, 1º y el devuelto anovillados e impresentables; inválidos excepto 4º; descastados

Curro Romero: estocada corta delantera (algunas palmas); pinchazo hondo tendido, largo e insistente capoteo de peones y dos descabellos (algunos pitos). Enrique Ponce: estocada corta atravesada y cuatro descabellos (silencio); pinchazo hondo, rueda de peones y descabello (silencio). Morante de la Puebla: pinchazo, estocada baja y rueda de peones (silencio); pinchazo hondo tendido, pinchazo y estocada caída (vuelta con algunas protestas). Plaza de la Maestranza, 23 de abril. 1ª corrida de feria. Lleno.

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Y así se pueden soltar impunemente en el histórico albero de la Maestranza (que nunca fue plaza resignada y consentidora, hasta que llegaron estos cursis) esos toros de Castellón y de todas partes, menudos y febles, claudicantes y aborricados, sin que se produzcan protestas pues la afición, con hacerle pucheros al vecino de localidad, ya ha cumplido. No obstante, a veces el público se harta y sale de las gradas de sol algún silbido, alguna voz disconforme, alguna sugerencian para salvar la situación. Por ejemplo, en esta primera corrida de feria: "¡Que salga a embestir el ganadero!"; lo que, por cierto, fue muy celebrado.

El primer especimen de Curro Romero y el segundo de Morante de la Puebla se duda que los hubiesen sacado en plaza alguna, incluídas las de talanqueras, sin provocar una revuelta social. Y, sin embargo, pasaron en la Maestranza, puede que entre mal contenidos sollozos de los celosos custodios de su protocolo - nadie lo niega-, pero se lidiaron al fin.

Lidiar es un decir. El de Curro, sobre tirillas, compareció escachifollado, lo que permitió al glorioso Farón de Camas mecerle unas verónicas de fino estilo y alta escuela. No debería considerarse baladí la acción pues enseñó al coletudo del turno siguiente -bastante corretón, de suyo- cómo el lance básico del toreo de capa se instrumenta con naturalidad y ligazón, sin pegar carreras de un lado a otro ni perder terreno sino -antes al contrario- ganándolo hacia los medios y se remata allí ciñendo alada media verónica de seda. Y eso es, precisamente, lo que se entretuvo en hacerle Curro Romero al tirillas escachifollado que abrió plaza y feria.

La invalidez del inocente animalillo impidió nuevas proezas y acabó muriendo sin gloria. Acaso para compensar, el cuarto toro compareció fuertecito y peleón mas el picador le calmó los ímpetus propinándole un puyazo montaraz. Llegado el último tercio, Curro Romero lo trasteó medio minuto por la cara, sin fiarse un pelo, y se lo quitó de en medio como pudo.

El lote de Enrique Ponce resultó peor. Mulos ambos componentes, los veroniqueó a la carrera y los muleteó sin lograr lucimiento pues permanecían reservones o embestían con media arrancada. Lidiadores natos a estos toros procuraban darles distancia, alegrarles la embestida, cambiarlos de terreno, por si acaso, mas estas son técnicas obsoletas. Lo que intentó Ponce es lo que se lleva: porfiar pases agobiando al renuente y si no va, no va.

El tercer toro tuvo igual comportamiento y Morante de la Puebla incurrió en parecidas porfías. El sobrero que sustituyó al sexto -un inválido absoluto- desarrollo cierta nobleza y Morante pudo exhibir detalles de su reconocida torería. Primero por chicuelinas. Luego marcando trincherillas de acendrada sevillanía y ligando varias tandas de redondos. Se acostaba el toro al tomar los naturales, que lógicamente resultaron mediocres y volvió el artista a los derechazos, aunque ya en la modalidad de los pegapases. De donde vino a menos la faena, que remató mal. Y perdió la oreja. Aunque tampoco era para tanto. Sin ir más lejos: les sacan ese torejo a Llapisera y el Empastre, y lo bordan. Allá penas si los celosos custodios del protocolo se dirigían miradas lánguidas mientras sufrían a la chita callando.

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