_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Madrugada negra

He oído lo que pasó en Sevilla en la madrugada del Viernes Santo, ese instante de pánico en las calles estrechas: 500.000 personas asustadas, dicen, en la calle, como en un teatro cerrado en el que avisan de que hay una bomba con la mecha corta y encendida. Lo oí, y lo sigo oyendo, muy repetido, y ahora siento la tranquilidad de que no pasara nada fatal: la alegría de pensar que muchas veces, durante años, nos reunimos en masa y casi nunca chocamos unos contra otros.Pero el clima de Semana Santa es denso, caldeado con música militar y cerveza y horas y horas sin dormir. El peligro en común y el miedo en común, repentinos e inexplicables, pueden enloquecer en un segundo a las masas semisonámbulas y devotas de las procesiones: una alcantarilla que revienta o algo que parece un tiro, o sólo el rumor de que alguien ha oído un disparo o ha visto a un hombre con una navaja. He oído a testigos de la mala madrugada en Sevilla: uno habló de pistolas, y otro, con una pierna lastimada en la avalancha, de cierto hombre vestido de blanco y armado con un navajón. Él no había visto a nadie, pero había hablado con un policía. A otro, otro policía le mencionó a un tío suelto con una pistola. Yo recordé una novela, Un ciego con una pistola, en la que Chester Himes dice:

-Toda violencia desorganizada es un ciego con una pistola.

Elías Canetti formuló una especie de ley de la masa espantada: cuanto más unidos están los espectadores para la representación y más estrecho es el teatro, más violenta será la desintegración de la masa. Entonces la reunión se convierte en combate, lucha a muerte contra los otros, convertidos en obstáculos que te tratan como si tú fueras el obstáculo. La multitud aterrorizada es un monstruo de muchas cabezas que se alimenta de su propio miedo. Así es la naturaleza de las masas, es decir, nuestra naturaleza, con esa parte bestial que se desenmascara en los teatros en llamas, donde, en el momento más peligroso y terrorífico, el que cedía el paso a señoras y señores pisotea frenéticamente a todos.

Así somos, y por eso mismo resulta consolador buscar un culpable más manejable y sensacional que un ciego con una pistola o un hombre de blanco con un cuchillo o nuestro simple y puro miedo. El culpable de la madrugada negra sevillana sería una banda juvenil de jugadores de rol, bajo la mala influencia de la literatura y el cine. La prueba esencial de esta tesis es que alguien vio a gente con teléfonos móviles en la calle, prueba incontrovertible, pues es notorio que en nuestros días nadie usa teléfono móvil, salvo los jugadores de rol. La Banda del Juego de Rol habría aplicado un plan estricto, es decir, algo razonable que puede ser combatido razonablemente.

Creo que esta teoría es mucho más consoladora que vislumbrar la posible y terrible irracionalidad de la que somos capaces cuando nos unimos en multitud.

Y estoy casi seguro de que pronto surgirá algún presunto culpable voluntario:

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

-Yo fui el organizador de la Madrugada Negra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_