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El PP madura, el PSOE encanece

Andrés Ortega

En España ha tenido lugar una renovación generacional en términos políticos. Pero no ahora, con las elecciones generales de marzo, como algunos creen discernir, sino que las señales de tal cambio aparecieron ya en los procesos electorales desde 1994 y se confirmaron con la victoria del PP en 1996.Simplemente tomando en cuenta los dos grandes partidos, los datos son elocuentes: el del PSOE era el grupo parlamentario más joven en el Congreso de los Diputados en las Cortes Constituyentes de 1977 y el de la entonces Alianza Popular el más vieja. La situación ya se había invertido en 1996 y se ha confirmado ahora.

En buena parte, el cambio político generacional se estaba produciendo ante el bloqueo generacional en el seno del PSOE antes incluso que en su electorado. Los que estaban, en edad de plenitud política pero con lustros de actividad a sus espaldas, no dejaban pasar a la generación siguiente.

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Para ilustrar lo ocurrido se podrían elegir varios indicadores. Por simplicidad, baste coger, como se hace en la tabla, el reparto por edades de los grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados. Se ve cómo el PSOE ha ido envejeciendo hasta tener un valle pronunciado con los de 31 a 45 años de edad. Y que el PP supo renovarse, aunque ahora también está viéndose sometido a un proceso no de envejecimiento, mas sí de madurez.

Entre 1977 y 1996, acentuándose en 2000, como se refleja en la tabla, el grupo parlamentario socialista ha envejecido en cuanto a su composición por grupos de edad. Los de 46 a 60 años son el 63,8% cuando eran sólo el 20,5% en 1977, al revés que el PP, entonces AP. Resulta paradójico que, estando en la oposición, el grupo del PSOE haya envejecido cuando lo lógico es que hubiera aprovechado esa situación para rejuvenecer en su composición, máxime cuando sus integrantes se han renovado en casi un 40%.

Asentamiento

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Lo que ahora, en estas elecciones de 2000, se ha vivido en este país no es la llegada de una nueva generación al poder, la de 1989, sino su asentamiento, que por edad le corresponde, y que refleja la media de edad, 46 años, de los elegidos a esta Cámara.

Previsiblemente, el PSOE tendrá que pasar por una renovación generacional, como hizo el PP en su seno antes de ganar el poder en las urnas. No se trata sólo de ganar el voto de los jóvenes, que a menudo se comportan como el conjunto de la población. Aunque, según declaró la directora del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Pilar de Castillo, apoyándose en encuestas previas, el 12 de marzo hubo una alta abstención entre los jóvenes, el PP "domina claramente en los de 25 a 40 años".

La teoría de las generaciones, tal como la desarrolló en España Ortega y Gasset, parte de ciclos de 15 años, con la fase de ascenso de los 30 a los 45 y con la de los tres lustros siguientes como la del ejercicio del mando en un sentido social.

Este análisis parte de la constatación de que los miembros de una generación han vivido los acontecimientos históricos desde una misma altura vital: "Cada generación representa una cierta actitud vital, desde la cual se siente la existencia de una manera determinada". No es lo mismo haber vivido el mayo del 68 francés desde la universidad que desde el colegio -y a menudo la diferencia puede ser de tan sólo tres o cuatro años de edad- o la transición ya en una fase profesional, o casi, que como estudiante o colegial. Éstos pueden ser dos puntos de ruptura. El otro, desde el punto de vista internacional -y que coincide con el principio del declive en votos del PSOE- es la caída del muro de Berlín en 1989.

Interactuar y competir

Las generaciones interactúan e incluso compiten. España es un país que, por desgracia, pero con cierta frecuencia, acostumbra a hacer cambios políticos con cambios generacionales, y viceversa. Es un país que, muy a menudo en su historia, en la renovación generacional ha operado de forma eliminatoria y polémica -las nuevas generaciones se enfrentan y sacan del poder a las anteriores- en vez de por acumulación.

La penúltima vez fue con la transición tras la muerte de Franco, en la que un cambio de la generación en el poder -no sólo político, también mediático y económico- facilitó el proceso pacífico de transformación de este país. Llegó al poder una generación que se podría llamar de la transición o del 68. La siguiente se encontró con la democracia implantada y por ello se puede llamar por este nombre: generación de la democracia o del 89. El corte generacional puede estar en torno a los que hoy tienen 50 años -tenían 25 cuando murió Franco- o quizás algo menos. No fueron protagonistas de la transición, aunque la vivieron. La siguiente sería la de los menores de 30 años, hasta los 15.

Encuestas realizadas en los últimos años indican que la distancia o discontinuidad en valores y actitudes entre la generación de la transición y la de la democracia es mucho mayor que entre esta última y la siguiente, la de los que han entrado a votar por primera vez y hasta los 30 años, aunque en participación política pueda cambiar. Es más similar la vivencia respecto a cuestiones como el trabajo, el paro y las nuevas tecnologías o la familia y la permanencia en el domicilio familiar, que se alarga, frente a la búsqueda de independencia de la generación anterior.

Además, son estas generaciones, y sobre todo la de los de 30 a 45 años, y por supuesto aún más la siguiente, las que está viviendo plenamente en España el ascenso de la mujer en la vida educativa, profesional y política, aunque la generación de 1989 mantenga aún la división de los roles domésticos.

Los primeros recuerdos políticos son también diferentes: la oposición sindical y universitaria al franquismo, para la generación del 68; el asesinato de Carrero Blanco y la muerte de Franco, para la siguiente, y el 23-F, la victoria del PSOE en 1982 y el referéndum de la OTAN, para la de los más jóvenes.

Incluso en idiomas hay diferencias: el francés dominó entre la generación de la transición frente al inglés para las siguientes, y sobre todo para la última.

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