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Tribuna:GENERACIÓN SIN NOMBRE
Tribuna
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El Madrid de Nasdaq

"Estoy en Madrid. Y he vuelto ser Inma, ni me acordaba. El recuento de clientes y las estrategias del futuro en la publicidad nos ha tenido tres días reunidos en un hotel. Me descubro como pasable investigadora, ¡cuánto dinero, madre, hay en el mundo! Te cuento: los portales, dominios y telecomunicaciones en general ya están gastando tanta pasta en anuncios como los coches y las administraciones públicas. La época de los refrescos, helados y bronceadores llega impetuosamente rompedora: tres días encerrados en un hotel y ¡todos morenos!". Las noticias de Conxa llegaban, esta semana, pulcramente ordenadas en forma de sobria carta electrónica."Hacía tiempo que no estaba en Madrid. Había olvidado lo importante que cree ser la gente aquí; me dan envidia, lo saben todo. Y lo que saben es diferente cada día. Tras las elecciones han cambiado, definitivamente, de look: ellos exhiben un enternecedor villalonguismo perdonavidas y ellas se han inclinado por el botellismo sin límites. No sé si me explico: hombres y mujeres de Davos mesetarios. Les ves en los restaurantes, por la calle: cientos de villalongas y botellas, contentos de sí mismos. ¿A qué se dedicarán? ¿Tanto funcionario hay? Seguro que no son publicitarios. Podría hablarte de mi observación en directo de la Brunete mediática, darte las mil listas de los presuntos ministros, ¿sabes que ser mujer empieza a ser una ventaja?, o podría explicarte incluso el papel de los norteamericanos en la pelea de los vascos... sí, sí, dicen, la CIA ha tomado cartas en el asunto, se les conoce porque van rapados como un skin. Yo hubiera preferido al abuelito Clint Eastwood. Las subidas y bajadas de la bolsa les traen locos (en Madrid): he acabado pensando que el teléfono móvil ha exacerbado la fiebre. ¡La fiebre de la especulación! ¡Claro! ¡Si la bolsa es como un patio de vecinos y los inversores son las marujas de los negocios! En Madrid te explican que según qué ministros salgan la bolsa irá más allá del Himalaya. Siempre hay tiempo en Madrid para que alguien te instruya sobre lo que pasa en la trastienda. Es divertido: son más ombliguistas que los mismos catalanes, que, por cierto, ahora somos mirados como una especie en extinción. ¿Por qué? ¡Emparedados entre la epopeya de la globalización y la epopeya de Aznar el pujolismo es una cataplasma!". Y Conxa aquí daba unos detalles tan políticamente incorrectos que los guardo para los apéndices de la investigación, que es donde se coloca siempre lo más relevante.

"En Madrid ha empezado, pues, el verano. Será el año del autobronceado más sofisticado que imaginas: experimentamos un nuevo producto que, además de ponerte moreno te hidrata, reduce la celulitis, hace un lifting, te nutre de vitaminas y no sirve como comida porque la misma firma tiene una importante marca de alimentación. Aseguraron que todo es natural, nada transgénico en el producto; aunque los publicitarios no tenemos manías, yo soy de cultura ecológica, lo cual me causa cierto engorro, vergüenza y mala conciencia en casos como éste. Pasamos los tres días contrastando los colores de nuestra piel, hablando de los gramos perdidos y midiendo los centímetros reducidos. Salimos guapísimos como podrás figurarte, si bien uno de los colegas reunidos, Nasdaq, egipcio/madrileño, un experto en eslóganes para parques de atracciones, que tiene la piel morena, se convirtió en el hombre invisible de tan negro que se puso. Le tuve que ayudar a remontar el shock y el susto que se dio al verse como Denzel Washington. Llegué a convencerle de que estaba guapísimo. Lo estaba y le he invitado a Barcelona. Llegan unas aterradoras vacaciones... Te lo diré francamente: la histeria frenética del trabajo me sienta mejor que pararme y ponerme a pensar en cómo está el mundo y cómo estoy yo". ¿Una generación con miedo al vacío? (Continuará)

Resumen de lo publicado: la historia de Conxa P. Puig, a quien en Madrid llaman Inma Páez, barcelonesa, licenciada en Bellas Artes y metida a publicitaria, hija de madrileño y de catalana, se desgrana en un diario tan sincero como desconcertante. Esta historia forma parte de una espectacular investigación sobre la incógnita del treintañerismo en la España de Aznar.

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