Juan Mora, lesionado menos grave
Juan Mora resultó lesionado nada más saltar a la arena el primer toro. Lo saludó Mora a la verónica con modos pintureros, abrochó la media y, al retirarse corriendo hacia atrás, tropezó con el capote y cayó. Nada más verlo en el suelo el toro se le arrancó rápido, tiró la cabezada con intención de coger, y aunque el derrote no caló, al pasarle por encima le pisó el pecho. Juan Mora quedó fuera de combate. El pezuñazo le dejó conmocionado y las asistencias lo trasladaron a la enfermería, de donde no volvió a salir.Y esta -se dice pronto- fue la historia de la corrida. Tanto cuanto habría que contar se quedó ahí, y si el resto de la función no se hubiese producido, tampoco habría pasado nada. El balance, sí, registra una oreja que le concedieron a Finito de Córdoba y se reseña el dato según es debido. Mas la proyección de esa oreja es dudoso que traspase la avenidad del General Ricardos, aledaña al palacio y a Hipercor.
Guateles / Mora, Finito, Abellán Cuatro toros de Los Guateles, sin presencia y anovillados, inválidos; 4º de Miguel Báez, con trapío, flojo, manso; 5º de Charro de Llen, devuelto por inválido, y sobrero del mismo hierro, impresentable, flojo
Todos sospechosos de pitones. Manejables, sin más problemas que los propios de su agotamiento o invalidez. Juan Mora: lesionado al recibir a su primero. Finito de Córdoba: dos pinchazos y estocada (silencio); pinchazo y bajonazo (aplausos y salida al tercio); estocada ladeada y rueda de peones (oreja). Miguel Abellán: pinchazo, estocada, rueda de peones -aviso- y dobla el toro (silencio); pinchazo hondo atravesado bajo, otro trasero, estocada corta y descabello (silencio); pinchazo y estocada caída (silencio). Enfermería: Asistido Mora de fracturas costales de la quinta y sexta vértebras, pronóstico menos grave. Plaza de Vista Alegre, 14 de abril. 3ª corrida de feria. Un cuarto de entrada.
Corrida con toros que parecen novillos, y les canta la romez del pitón, y no tienen fuerza, no es corrida ni nada. Toreros que, con eso a su merced, la emprenden a derechazos o naturales sin cruzamiento ni reunión, carecen de importancia.
Una corrida de toros ha de tener toros, aunque parezca mentira. Y, con toros, lidia; y en los tercios, emoción; y llegado el de muerte, los diestros deben torear empleando las suertes que requieren las condiciones de los toros y ejecutarlas de acuerdo con las reglas del arte.
Bien o mal, que ese es distinto asunto. Se puede o no se puede; pero, por lo menos, intentarlo. No colocarse fuera cacho, recurrir al pico sin disimulo, tirar el muletazo allá penas si templa o desbarata la embestida, tumbarse sobre el costillar para el de pecho e irse contoneando el cuerpo con aires de bizarro gladiador.
Lo del costillar abunda en las faenas modernas pues produce positivos efectos. Los toreros actuales le tienen mucha ley al costillar. No ya en ocasión de exagerar los pases de pecho sino, principalmente, en lo que llaman circulares. Viene el toro, se meten en su costillar obligándole a girar sobre sí mismo, se agarran al lomo para aferrar la conjunción del hombre y la bestia -y, de paso, no caer-, y el público lo toma por descomunal alarde de valentía; quizá una repentina tentativa de suicidio.
Al circular y al abrigo del costillar recurrieron Finito de Córdoba y Miguel Abellán en varias de sus faenas. Y ambos se aunaron en el toreo fuera cacho de temple aleatorio, característico de la moderna tauromaquia pegapasista. Y si alguna diferencia hubo entre ellos se debió a las condiciones de los toros. Aquí, la cuestión es de suerte. A Finito de Córdoba le correspondieron los pastueños, a Miguel Abellán los renuentes, por agotamiento, por falta de bravura, o porque con esa forma desligada de torear perdían el celo.
La faena orejeada transcurrió desigual. Finito de Córdoba instrumentó unos pocos derechazos y naturales que recordaban los que le dieron fama de artista consumado en su etapa novilleril, entre una abundante producción seriada de lo mismo que carecía de gusto, de ajuste y de fuste. Le musicaron y le olearon la faena, claro, porque a tres días de su inauguración, Vista Alegre ha adquirido bien ganado crédito de plaza musiquera y orejera, y los aficionados de Madrid, la han dejado de la mano. Se les oyó chistar a los aficionados de Madrid en la función inaugural, pese al llenazo, y en la tercera corrida de feria ni se les vio por allí.
Hubo un toro protestado por su invalidez, que se devolvió al corral, y los restantes, que estaban igual de inválidos, no se protestaron en absoluto. Se nota que, sin afición en los tendidos, a la gente eso del toro, su edad, su presencia y su potencia le trae sin cuidado. Y otro tanto si el toreo se produce puro o se trata de un sucedáneo. Lo único que a la gente (no aficionada) le interesa y exige con pasión es la oreja. A pesar de lo cual sólo pudo pedir una entre las 12 posibles. Los toreros, bien se ve, no estaban por la labor.
Y eso fue la corrida. A salvo el percance de Juan Mora, un erial.
Babelia
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