¿Elecciones ya?
JAVIER UGARTE
Si fuera éste un país homologado, ahora estaríamos en puertas de unas elecciones anticipadas. No las vamos a tener, claro. Y no está mal que así sea, porque, quiérase o no, éste no es un país homologado. Creo que está claro. O no. Cuando en 1997 el PNV decidió impulsar la vía Ollora-Egibar, optó decididamente por excepcionalizar la vida del país. No antes. Antes éramos un territorio homologable, normal. Un país con terrorismo, como lo eran Alemania o Italia en los años setenta. Un país que funcionaba, mal que bien, y que, en todo caso, se hallaba en vías de normalización. Los demócratas sabían que lo eran y comenzaba a desenmascararse a fascistas y mafiosos de pelaje vario. Las cosas comenzaban a estar claras. Muy especialmente tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco y la posterior reacción ciudadana de julio de ese año.
Pero el PNV había decidido jugar con ventaja. Apostemos, se decían en el EBB, por "la resolución del conflicto", aduzcamos que somos los principales interesados en que las cosas se resuelvan; ofrezcamos, además, una "pista de aterrizaje" a ETA. Así, suponían, matamos dos pájaros de un tiro (paradojas del lenguaje). De un lado, nos hacemos con la hegemonía del campo nacionalista abriendo camino al mundo de HB, mostrando la eficacia del pragmatismo. De otro, anulamos a esos petimetres del PSE y el PP que sabrán de nuestra talla de estadistas. Mientras todo llega, recibiremos algún castigo. Pero lo proclamaremos a todos los vientos, decían: el PNV es el que más arriesga en todo esto, el que pone toda la carne en el asador. La "prensa del Movimiento" se ensañará con nosotros, etc. Pero, al final, todos nos lo agradecerán. ETA, porque al fin logrará un armisticio sin humillación, y los otros, porque les traeremos "la paz". Seremos el nuevo PRI vasco; nos lo deberán todo, la vida pública en este rincón del planeta deberá contar con nosotros sin remedio.
Un análisis simple y castizo donde los haya. ¿Qué hay de la sociedad vasca que avanza hacia el XXI? Qué más da. Importa, tan sólo, un cálculo elemental y arquetípico: nosotros estaremos en el eje de cualquier componenda. Quien sea que esté en Madrid, deberá contar con nosotros. Arzalluz y el neocarlismo piensa así (o ¿lo dudas tal vez querido Zoilo, espíritu del nacionalismo ilustrado?). Todo acabó fraguando en la Asamblea de Euskalduna de este año. Todo valía mientras se lograra "la paz".
Claro que nada se avanzó por esa vía porque ETA había optado por el etnicismo intransigente, definitivamente emparentada con los fascismos. Rompió la tregua, y el PNV y su gran apuesta quedaron en entredicho. A ello se opuso el nacionalismo más inteligente, gente como Emilio Guevara (sus declaraciones del mes de marzo marcan un hito; y, si no, al tiempo). Pero no, como cabía esperar, el lehendakari y su gente. Algunos lo esperamos un tiempo. Pero Ibarretxe ha mostrado menos personalidad que sentido común ha tenido nunca el Capitán Trueno.
De modo que, frente al nacionalismo castizo de los Arzalluz, era necesario oponer una opción ciudadana vasca que contemplara un proyecto modernizador y una disposición integradora. Pero eso no ha llegado a fraguar en todo este tiempo. Lo que sí se ha desarrollado es un frente de rechazo, una opción de ciudadanos hartos de comunitarismo y prebendas para los propios, un colectivo cansado de violencia y que repugna de su práctica. Pero, del rechazo no surge la alternativa. Y este paisito (©Pedro) está necesitado de propuestas en positivo, de propuestas integradoras. Y éstas (lo siento por Mayor Oreja, quijote del constitucionalismo, con quien siempre estaremos en deuda) no han madurado aún.
Unas elecciones anticipadas ahora se jugarían en ese terreno pasional entre el nacionalismo montaraz y un frente de rechazo nada integrador. Se jugaría entre los extremos. Por eso necesitamos antes una moción de censura o algo similar. Algo que ponga en positivo lo que no es sino rechazo visceral, que obligue a los partidos a proponer una opción integradora antes que segregadora. La pérdida de poder del PNV es la única vía, hoy por hoy, que puede conducir al desistimiento de ETA (véase el atinado artículo de Patxo Unzueta el pasado día 6). Pero no a cualquier precio. La oposición debe empezar a construir. Unas elecciones ahora, sin otra reflexión, pueden ser un escalón más en la carrera autodestructiva en que está empeñada la clase política de este país.
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