Pescar en Barcelona ISABEL OLESTI
Nunca hubiera imaginado que en Barcelona se pescara lo que realmente se pesca en su franja costera. Ilusa de mí, alguna vez había supuesto que todo lo que saboreaba en los restaurantes barceloneses o lo que compraba en el mercado llegaba de Tarragona o de la Costa Brava, donde, por cierto, las aguas tampoco son un regalo del Señor. Pero, en fin, cuando el otro día me enteré de que en Barcelona se realiza la misma subasta de pescado que se lleva a cabo en el puerto de Cambrils -la única que yo había presenciado alguna vez-, me quedé de piedra. Recordaba las seudopirañas del Moll de la Fusta que, en manada, acechan al turista y se matan por un trozo de pan. ¿Qué se pesca en las aguas de esta ciudad? ¿Cómo se monta la vida un pescador en Barcelona? La curiosidad me llevó al puerto, pero no al Maremàgnum, sino justo detrás, donde amarran las embarcaciones y donde de lunes a viernes se realiza la subasta de pescado.Fuimos entre las cinco y las seis de la tarde, cuando regresan las barcas de arrastre. A aquella hora, los últimos pescadores pesaban su mercancía y la colocaban en cubetas de plástico. Otros esperaban turno para pasar a la subasta, mientras que algunos, más tranquilos, comentaban la jugada fumándose un pitillo. Había pescaderas como recién salidas de detrás del mostrador del mercado: las mismas botas, el mismo delantal de puntas blanco... El subastador ordenaba las cubetas, la gente se apiñaba a su alrededor y él empezaba a cantar números. El subastador es el que lleva la voz cantante en este asunto. Él decide el precio de salida, que va bajando hasta que alguien da la orden de detenerse y se queda con el botín. Las cubetas se ordenan por la calidad del pescado: primero le toca el turno a las mairas, el congrio... para terminar con las señoras gambas, que por estos días son las reinas de la fiesta.
"Tria i remena, nano!", grita el subastador, "trenta, vint-i-nou, vint-i-vuit...". Se oye un grito de alerta, se alza una mano y el subastador para de contar. Esas mairas han salido por 28 duros. El subastador lleva un micrófono inalámbrico y desde una cabina otro hombre lo registra todo en un ordenador. Las pesetas se cantan de duro en duro para el pescado más barato y de 100 en 100 para el de más calidad. Me hago amiga de Vicenç, un simpático pescador de cuerpo atlético y tez morena, nacido en la Barceloneta, que me da cuatro lecciones sobre el asunto. Aquí se pesca desde la costa de Arenys de Mar hasta Sitges. A las cinco de la madrugada empiezan a preparar la barca y a las seis -hay una norma que les impide salir antes- parten del Rompeolas. Ahora van a la gamba y para ello deben profundizar sus redes unos 600 metros. Se pasan el día en alta mar hasta más o menos las seis de la tarde. También se controla que las barcas no sobrepasen el Rompeolas más tarde de esa hora.
Vicenç es marinero. En su barca van siete personas: el patrón, dos motoristas y cuatro marineros. "No tenemos un sueldo fijo. Ganamos según lo que vendemos, pero el 50% ya se va para el dueño de la barca y dos partes y media para el patrón. Total, que por 12 horas de trabajo un marinero llega a cobrar unas 50.000 pesetas a la semana". Tampoco va a su favor el precio del gasóleo, que ha pasado de 19 pesetas a 41 en menos de un año, mientras que el pescado no ha aumentado en esta proporción. (¿España va bien?). "Hay días en los que por el precio que se vende es como si lo regaláramos", comenta Vicenç. Pues no parece lo mismo cuando vamos al restaurante. Le pregunto si todos los pescadores son de la Barceloneta y me dice que el barrio ha perdido la tradición marinera. "En nuestra barca los hay de Santa Caterina y uno de Badalona".
Las cubetas van desapareciendo. Los dueños de los restaurantes están al acecho de las gambas. Vicenç dice que ya es hora de irse a casa y descansar. El subastador sigue cantando números que sólo ellos entienden -me pregunto cómo sonarán los euros-. En las cubetas el congrio no para de moverse y los pulpos trepan por la cubeta para huir de un suplicio seguro. Más o menos igual que en todos los puertos mediterráneos.
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