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"Siempre hay otro más pobre que tú"

Gregorio Rodríguez, Goyito para su gente, Goyito para casi todos, nació hace ya -bueno, hace ya algunos años- en Madrid. Gregorio Rodríguez vive -es sólo un decir- de una pensión de la Comunidad de Madrid.-Una ayuda, ¿sabe? Una ayuda que no da para nada.

Gregorio Rodríguez ha agotado ya todas las prórrogas del paro. Y a su edad no es fácil encontrar un trabajo. Así que... Vive a salto de mata, haciendo más equilibrios que un funambulista. Pero, eso sí, él va siempre pulido y arreglado. Como un pincel. Que una cosa no quita la otra.

-El estar parado no es ser dejado, ¿no le parece?

Se defiende, mal que bien -más mal que bien, para qué vamos a engañarnos-, con las 40.000 pesetas en números redondos del IMI. Generoso como un aristócrata arruinado, Gregorio se muestra siempre dispuesto a la charla. Sin perder nunca, nunca, la sonrisa. Ese gesto bondadoso del que nada echa en falta porque nada tiene. Formas de pasar un día que se hace eterno, mano sobre mano.

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-Pago 2.000 pesetas de la casa, 2.200 de la luz, 1.100 de la estufa... Yo calculo que tengo unos gastos fijos de 20.000 pesetas. O sea, que, echando cuentas, me quedan otras 20.000 para vivir...

Gregorio Rodríguez, Goyito para el barrio, alguna, o muchas noches, va a los cubos de basura de El Corte Inglés. Y llena su bolsa con los yogures pasados de fecha, las frutas golpeadas, los recortes de embutidos que los clientes han rechazado. Todo se puede aprovechar.

-No es ninguna vergüenza. Muchos del barrio me han visto llegar con la bolsa. ¿Y qué? Ni robo ni hago daño.

Habla Goyito de gentes que, por la noche, cuando sacan las basuras de los grandes almacenes, husmean, revuelven los cubos, buscan restos aprovechables de lo que otros han tirado. Dice Goyito que hay un mundo que vive de los desperdicios que tira otro mundo. Un mundo sin paro y sin subsidios, sin finales de mes en blanco. Un mundo que nunca sabrá lo que es levantarse y enfrentarse a un nuevo día rebañando del bolsillo las últimas pesetas.

Gregorio Rodríguez era cerrajero. Luego ha tenido otros oficios. Pero su ocupación era la de cerrajero. Ahora trabaja en lo que sea, si es que algo sale. Pero sale poco y mal. Una tarde haciendo alguna chapuza, si hay suerte. Pero es muy difícil. Y luego hay historias tremendas. Como la de aquel hombrecito que un día se puso a recoger las basuras de un puesto del mercado del barrio y otro tan pobre como él le dio una paliza brutal porque entendió que intentaba quitarle el trabajo, la miseria de una propina de nada.

-Siempre hay otro más pobre que puede quitarte algo. Qué triste.

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