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Políticos de la CDU airean las 'debilidades' en la época de Kohl

"A donde quiera que fueras, el Gran Canciller estaba vigilándote", dice un diputado

Pilar Bonet

¿Equivale la revisión de la figura de Helmut Kohl a una "desestalinización" en el seno de la CDU? Por supuesto, salvando las distancias con los procesos que inició Nikita Jruschov en la URSS tras la muerte de Stalin en 1953 y sin comparar la magnitud de los problemas de aquel país con los de la Alemania de hoy. Cuando le hice esta pregunta a Angela Merkel en febrero, la futura presidenta de la Unión Cristiana Democrática de Alemania (UCD) rechazó "categóricamente" la analogía.

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Angela Merkel contestó: "Kohl es un demócrata y Stalin era un déspota, bajo cuyo mandato se asesinó a millones de personas y se exterminaron pueblos enteros". Difícilmente se encontraría a alguien hoy en la clase política alemana que esté en desacuerdo con esta descripción del líder soviético. La tesis sobre el carácter democrático de Kohl es, sin embargo, motivo de controversia dentro de la CDU, que comienza hoy su congreso con una reunión de los órganos directivos del partido en Essen. Bajo el lema "Entender la crisis como una oportunidad", el gran partido de Konrad Adenauer quiere rejuvenecer su directiva e indicar su voluntad de reforma tras la traumática revelación de la red de cuentas clandestinas gestionada por Kohl.Militantes y dirigentes de la CDU tratan de explicar los fundamentos del sistema Kohl y algunos, como Friedbert Pflüger, se formulan preguntas que otros testigos mudos de la historia se hicieron a posteriori ante situaciones más dramáticas que la actual: ¿por qué callé? ¿Por qué colaboré en una acción con la que no estaba de acuerdo?

"En contra de una idea ampliamente difundida, Kohl no ejercía su poder como un dirigente autoritario. Su manera de gobernar era extremadamente sutil", escribe el analista Michael Mertes, que redactaba los discursos políticos del canciller. Kohl era el centro de un sistema de lealtades personales que él mismo había creado y perfeccionado con el tiempo, opina Mertes en un artículo en la revista británica Prospect. Kohl prefería la conversación privada o telefónica como método de comunicación y en él se concentraban las informaciones que los miembros del sistema sólo conocían de forma fragmentaria. Su "instrumento de poder" más importante era la zanahoria y no el palo, "la recompensa y no el castigo". Kohl daba consejos, pero no órdenes, y contemplaba las críticas procedentes de sus propias filas como falta de agradecimiento y de lealtad, pero no como desobediencia, escribe Mertes en una penetrante descripción del sistema que él contempló desde una perspectiva privilegiada. Kohl precipitó a la CDU en una "ruina moral", sostiene.

Los cristiano-demócratas han perdido el miedo que sentían cuando Kohl, que dirigió la CDU durante 25 años y el país durante 16, estaba en plenitud de su poder. Hubo excepciones, como Hannes Geissler o Kurt Biedenkopf, que por disentir fueron expulsados del círculo de los elegidos. Uno de los máximos privilegios de aquel sistema era ser invitado a cenar en el bungalow, la residencia de Kohl en Bonn, según Friedbert Pflüger, jefe de la comisión de asuntos europeos del Bundestag, que ha presentado esta semana en Berlín su libro Palabra de honor. El sistema Kohl y el Nuevo Comienzo. En él, trata de explicar cuáles eran los hilos que Kohl manipulaba para mantener su control sobre el partido.

Pflüger confiesa avergonzarse aún del comportamiento de los diputados de la CDU en la sesión constituyente del Bundestag en noviembre de 1994 en el edificio del Reichstag de Berlín. La tradición exigía que el diputado más anciano de la Cámara abriera la sesión. El papel le correspondió a Stefan Heym (1913), un escritor judío perseguido por los nazis. Heym había obtenido un mandato directo en Berlín con el apoyo del PDS, el partido de los ex comunistas de la RDA, y eso era más de lo que Kohl podía aceptar. Los diputados de la CDU recibieron instrucciones poco antes de la sesión: no aplaudirían a Heym y permanecerían sentados de forma demostrativa. Pflüger hubiera querido "hundirse" en su asiento en aquella "penosa" situación, pero pensó en las miradas de sus colegas, en los cargos para la próxima legislatura, en las explicaciones que tendría que dar si se levantaba, y se sintió "paralizado".

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Entre los procedimientos empleados por Kohl para controlar el poder figuraba la creación de una red de personas de confianza próximas a los dirigentes de todos los organismos de poder regionales, en todos los ministerios, organizaciones del partido y emisoras. La red vigilaba a los dirigentes e informaba al canciller sobre las debilidades y errores de los espiados. Kohl, que juzgaba todas las discrepancias como falta de lealtad, incrementó el número de secretarios de Estado parlamentarios de 20 (en 1982) a 33 (en 1992) para poder premiar a sus fieles. El puesto era "la salchicha que nos mantenía constantemente frente a la nariz", dice Pflüger. Quien era amable y leal y, además, tenía un cargo importante en su propia organización de distrito o regional, podía estar seguro de que obtendría el título de secretario parlamentario, su propio chófer y su ayudante personal. Cuando el grupo de diputados jóvenes de la CDU se reunía con los Verdes en un restaurante de Bonn, un espía de Kohl registraba los nombres de los asistentes. "A donde quiera que fueras, el Gran Canciller estaba vigilándote", afirma el diputado.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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