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EL MANILLAR

Jalabert se rinde a la nueva generación

"¿Quién será ese Klöden?", se preguntaban algunos neófitos que se rompieron ayer las manos a aplaudir en la subida a Madarixa. "Es ése del Telekom que se parece a Ullrich", contestaban quienes ya han oído hablar de las andanzas de este alemán de 24 años, ganador de la última París-Niza y un diamante a medio pulir. Su nombre se añadió ayer al palmarés de la Vuelta al País Vasco. En unos años, seguramente, los organizadores se enorgullezcan de ello y saquen pecho por el descubrimiento.Él encarnó el relevo generacional que se está produciendo en el pelotón. Con discreción, pero con una fuerza descomunal, destronó a Jalabert de un lugar que parecía reservado para el francés después de su victoria en la etapa anterior y el año pasado. Y no sólo Klöden. También Di Luca discutió la hegemonía del líder del Once y defendió hasta la última curva su liderato en la Vuelta. Al final terminó segundo.

"Ya tengo 32 años y van empujando los jóvenes", se resignó en la meta el siempre sabio Jalabert. No le falta razón. En Madarixa se vivió el primer capítulo de un cambio de era. Él y su equipo vieron cómo el triunfo se les fue justo en el lugar que habían elegido para asestar el golpe. La Vuelta se terminó resolviendo donde todos, por acción u omisión, condujeron la carrera, en la contrarreloj. Las anteriores cuatro etapas y media de poco sirvieron, metidos todos en un debate sobre la idoneidad de reservar para el final el plato fuerte. La discusión resulta estéril, porque en definitiva siempre se cumple la ley del pelotón. El grado de dureza de una carrera se mide según la voluntad de los equipos de azuzarla. En esta edición, el atrevimiento quedó denostado. Unos esperaron a los ocho kilómetros de la cronoescalada porque creían en sus fuerzas. Otros aguardaron simplemente por su complejo de inferioridad.

La Vuelta rindió pleitesía al individualismo. Al final, todo se decidió entre cada ciclista y su máquina contra el reloj. Nada de estrategias, nada de equipos, aunque el ciclismo lleve en su carné de identidad la etiqueta de "deporte colectivo". Incluso el primer sector de la jornada, con 105 kilómetros entre Doneztebe y Azkoitia, resultó una sucesión de ataques individuales, eso sí bien calculados por sus directores. Como siempre, se decidió en el sprint, con el italiano (cómo no) Colombo de ganador.

La verdadera prueba se dilucidó en la crono. Y allí en cuanto se ven las caras de cada uno se puede aventurar un resultado. Jalabert, que se las prometía felices, no hacía sino mover la cabeza de un lado a otro, como diciendo "no, hoy no es mi día". Y siempre levantado. Klöden, que sólo se puso de pie para apretar en los últimos metros, ni se movía. Parecía que sólo sus riñones trabajaban. Él, ni se inmutó, con su cara de máquina insensible.

Clasificaciones

Primer sector: 1º.- G. Colombo (Cantina), 2 h. 35 m. 20 s. 2º.- J.C. Domínguez (Vitalicio), mt. 3º.- S. Garzelli (Mercatone), mt. 4º.- Jalabert (Once), mt.

Segundo sector: 1º.- A. Klöden (Telekom), 16 m. 40 s. 2º.- D. Di Luca (Cantina), a 15 s. 3º.- L. Jalabert (Once), 30 s. 4º.- B. Fernández (Euskaltel), a 32 s.

General: 1º.- A. Klöden (Telekom), 21h. 53m. 24s. 2º.- D. Di Luca (Cantina), a 5 s. 3º.- L Jalabert (Once), a 31 s. 4º.- B. Fernández (Euskaltel), a 33 s.

El que empuja a Ullrich

Con los riesgos que acarrea todo pronóstico, el futuro de Andreas Klöden se vislumbra, cuando menos, muy parecido al presente de Jan Ullrich, su jefe de filas en el Telekom, su referencia, su vecino en la pequeña localidad alemana de Mittweida (cercana a Dresde) y lazarillo en el mundo del ciclismo. Los dos mamaron el deporte desde la perspectiva del Este, con lo que ello implica (disciplina hasta el límite en los laboratorios que esculpen el cuerpo perfecto para cada deporte). A sus 24 años, corre de la misma manera que los hace su mentor, se le parece físicamente y sigue las mismas estrategias."Yo estoy bien, pero no para ganar la carrera. Mi labor es ayudar a Vinokourov", decía Klöden mediada la Vuelta, unas palabras que parecían el eco de lo que Ullrich defendió el año pasado en la Vuelta a España. Llegó para preparar el Mundial y arrasó en la prueba. Pero Ullrich está cayendo en una dinámica malabarista. Juega con su peso demasiado y a nada que se descuide, el chaval, con sus 1,84 metros de estatura y 65 kilos, le manda a la cuneta.

A Klöden lo cuidan con mimo y le han dicho que debe ir a su ritmo, sin fantasías ni aires de grandeza. "No termino de creérmelo. Es una temporada magnífica, porque de ser un corredor más, ahora ya comienzan a colgarme estrellas y dicen que voy a ser el sustituto de Ullrich. No soy el sustituto de nadie", ataja, "y tampoco el delfín de Ullrich, como ya se ha dicho en algunos medios. Soy un corredor más del Telekom y trato de hacer lo mejor posible mi trabajo", recalcó.

Su éxito puede manejarse a un ritmo u otro, pero lo cierto es que avanza a pasos agigantados. El mes pasado, quedó detrás de Jalabert en la cronoescalada de la Setmana Catalana. Ayer le adelantó por la derecha. Pero él insiste: "De momento yo soy un pequeño y él uno de los grandes del ciclismo mundial. Voy a ir paso a paso". El siguiente peldaño le espera en el Tour de Francia, de actor secundario, según dice.

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