Diálogo
Mal empezamos. La oferta de diálogo que el presidente de la Generalitat lanzó hace 12 días a la oposición para abrir negociaciones en torno a varios asuntos de alcance -reforma del Estatut, Acadèmia de la Llengua, AVE, Plan Hidrológico- ha quedado, por el momento, en un mero gesto que no se ha traducido en hechos. Bueno, sí se ha producido uno, que habla por sí mismo, y no precisamente en el mejor sentido: al saber que la oposición iba a denunciar el incumplimiento de la promesa presidencial, puesto que se agotaba el plazo de una semana que había dado, el Consell convocó a prisa y corriendo -de un día para otro- a los portavoces a una reunión, a sabiendas de que el presidente no podría estar presente puesto que ese día se encontraría fuera de Valencia. Los portavoces de la oposición conocían esta circunstancia, pero aun así acudieron a la cita. Eso sí, no llegaron a sentarse, ni aceptaron el paripé que les ofrecieron sus interlocutores -los dos vicepresidentes del Consell y el portavoz popular-, que pretendían sacar provecho propagandístico del asunto llamando a los redactores gráficos para que inmortalizaran el encuentro. Los dos portavoces exigieron que, al menos en la cita incial, fuera el primer espada el que diera la cara y les explicara su propuesta con detalle, sin perjuicio de que posteriormente sean los respectivos subalternos los que lleven el peso de las negociaciones. Esta postura, por lo demás lógica cuando se trata de abordar asuntos de enjundia como los citados, fue aprovechada por el Consell y por el partido que le sustenta para arremeter contra la oposición, que "ciega", dijeron, "cualquier posibilidad de negociación" y a la que atribuyeron "nula capacidad de interlocución" y "absoluta ausencia de ideas y planteamientos políticos". Ya veremos cómo acaba el asunto, pero de momento la pelota sigue en el tejado del Consell y habrá que esperar a ver si la oferta de diálogo era sincera -y se traduce en otra cita, esta vez con la asistencia del presidente- o si se trataba sólo de una operación de imagen: hacer ver que pese a la mayoría absoluta el PP está dispuesto a negociar, pero eludir el diálogo a la primera de cambio, echar la culpa a la oposición y, de paso, sacar el debate de las Cortes.
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