Razones para el optimismo
Desde una capital de provincia que, como Teruel, también existe, aún hay razones para el optimismo después de la aplastante derrota electoral de la izquierda.Soy maestro de escuela primaria. El "yo tengo", "mío", "mía" reinan en las aulas de los más pequeños, donde es a veces arduo fomentar valores de solidaridad y ganas de compartir. Los psicólogos afirman que las actitudes egocéntricas forman parte del desarrollo hacia el estado adulto. Resulta preocupante cuando este comportamiento característico de la primera infancia se prolonga hasta la edad adulta. Parece que hay cada vez más gente que tiene como única meta el enriquecimiento material personal e insolidario.
Vine a España en los años ochenta, dejando mi país natal en manos de la señora Thatcher. Su partido había ganado las elecciones prometiendo más dinero en el bolsillo. Es una promesa atractiva a primera vista y que se convierte rápidamente en votos. No se puede decir lo mismo cuando se trata de promesas menos tangibles. Por ejemplo, la necesidad urgente de invertir en un servicio tan básico como es la escuela pública, en la que es necesario fomentar el diálogo pedagógico, reciclar a un profesorado desencantado, dotar a los centros de recursos adecuados. El mismo argumento podría aplicarse con respecto a la sanidad pública, las condiciones de los inmigrantes, la protección del medio ambiente y muchas cosas más.
Parece que estamos perdidos en un mundo poco reflexivo, insolidario y materialista. Pero hay razones para el optimismo. Los niños, aunque tienden al pensamiento egoísta, demuestran una capacidad de reflexionar de una manera solidaria. En nuestros roles como adultos sería inteligente aprender de ellos, preocupándonos menos de nuestra acumulación de riqueza material; así votaremos en 2004 con más sabiduría y menos avidez.- .
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