_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El chicle

José Luis Ferris

Conozco pocos inventos que levanten tanta aversión como simpatías y prosélitos. Hablo del chicle, esa goma de mascar y mascar cuya fama y origen se atribuye a los norteamericanos. Al parecer, fue un tal Curtis, feriante de profesión, quien allá por 1848 tuvo la ocurrencia de aromatizar con vainilla la resina de abeto. Posteriormente sustituyó la resina por parafina y la vendió de pueblo en pueblo como un remedio eficaz contra las alteraciones del sistema nervioso debido a sus propiedades para generar bienestar, relax y alivio. Pero fue otro norteamericano, Thomas Adams, quien al ver el éxito obtenido por Curtis con su pasta de parafina, probó suerte con el sapote, una sustancia que los indígenas de México y Centroamérica masticaban desde sus ancestros. Así fue como surgió el chicle moderno en 1870, perfeccionado diez años después por William J. White, quien añadió jarabe de pipermín a una goma insípida.Pero ¿a qué se debe el éxito de un producto tan aparentemente estúpido? Para una respuesta válida debe remitirse uno a los intrincados laberintos de la psicología y los profundos descubrimientos antropológicos. Aunque para no entrar en consideraciones que excederían lo que da de sí esta columna, les resumiré que el chicle es algo así como el sucedáneo o el sustitutivo del pezón materno, el consuelo más cómodo para esa tendencia innata a la succión que caracteriza a los mamíferos con capacidad de nostalgia. Y puede que también sea ése el motivo de que resulte molesto para los detractores de su uso, fenómeno que se da con mayor frecuencia entre profesoras de educación primaria y enseñanzas medias. No me extraña en absoluto que el primer chicle de que se tiene constancia, una resina de abedul depositada en una estancia de la edad de piedra (hablo de 9.000 años atrás) perteneciera a un alumno de la prehistoria que se deshiciera discretamente de la gomita para evitar un castigo. En mis años de escuela el lugar idóneo era la parte inferior del pupitre, un espacio perfecto para marcar nuestro territorio y escribir en su pequeña historia que por allí pasó un homínido adiestrado para siempre en la nostalgia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_