¿Quién ganará las elecciones de 2004? ANTÓN COSTAS
La pregunta tiene algo de boutade. Pero puede servirnos para dirigir la atención hacia el comportamiento futuro de los electores, más que al de los partidos. Los análisis políticos de estos días tienden a prestar atención a los movimientos internos de los partidos, especialmente de aquellos que como el PSOE-PSC y CiU han perdido. Pero es interesante también entrever cuál será el comportamiento de los votantes a la vista del nuevo mercado político que ha surgido de las pasadas elecciones del 12 de marzo.Quizá a algunas personas les repugne comparar la política democrática con un mercado. Pero el gran economista austro-norteamericano J. A. Schumpeter nos enseñó, en su obra Capitalismo, socialismo y democracia, que la democracia puede compararse con un mercado en el que concurren empresas (partidos políticos) que venden productos diferenciados (políticas) para ganar la aceptación de los consumidores (votantes). Aunque un poco esquemático, este enfoque puede iluminar algunos aspectos importantes de las pasadas elecciones.
La estructura del mercado político que ha emergido en las ultimas elecciones es la de un mercado más competitivo desde el punto de vista de los oferentes y más innovador desde el punto de vista de los productos. Y eso va a modificar el comportamiento de los votantes, sus lealtades y sus opciones efectivas de elección entre unos y otros partidos. Hasta ahora el PSOE-PSC y CiU tenían un mercado muy leal. De ahí la extendida idea de que los socialistas y convergentes tenían un suelo electoral muy elevado, y que todo se reducía a si sabían o no movilizar esas lealtades. Este análisis interpretaba esa lealtad en términos de inmutables convicciones ideológicas del tipo izquierda-derecha. Pero también es posible explicar esa lealtad por el hecho de que no existía competencia efectiva entre partidos a la hora de saber ofrecer productos, es decir, políticas innovadoras y más eficaces.
Creo que eso ha cambiado. Ahora se han ampliado las opciones efectivas de los electores como consecuencia de que ha emergido competencia efectiva entre partidos, tanto en el mercado español como en el catalán. La razón se debe a que el partido de Aznar ha sabido comportarse como una empresa innovadora que ha logrado introducir nuevos productos que amplían las opciones de compra de los ciudadanos y la posibilidad de que ejerzan la salida desde sus lealtades tradicionales hacia nuevas opciones.
Por el contrario, el PSOE aparece como una empresa con productos maduros, con bajo nivel de innovación -tanto en sus contenidos, como en su presentación y marketing-, y se enfrenta a una demanda que tiende a reducirse. Le pasa lo mismo a CiU, pero por otros motivos. Su caso se asemeja más a una empresa que tiene mercado pero no tiene producto propio. Su actividad se ha orientado a intermediar más que a producir nuevas y mejores políticas propias. Pero ahora se encuentra con que el PP ha innovado no sólo en el producto, sino también sus canales de distribución, y puede vender de forma directa, sin su intermediación, en el mercado catalán. De ahí que también CiU se enfrente a un mercado político menguante.
¿Cuál es la moraleja, si hay alguna? Que lo mismo que hay una nueva economía, también hay una nueva política. Los electores se van a comportar de forma más competitiva y racional. Su comportamiento va a estar determinado en mayor medida por el ejercicio de las opciones de salida que por las viejas lealtades político-ideológicas.
Si el PSOE-PSC quiere recuperar su cuota de mercado, tiene que preocuparse más por las preferencias del mercado que por sus problemas internos. Y si CiU quiere mantener su posición, tiene que dedicarse menos a la intermediación y al comisionismo y más a crear producto propio, gestionando mejor las competencias y los recursos que tiene.
Además, los periodos de mayorías absolutas en España han sido más frecuentes que los de minorías. Por tanto, su papel de bisagra es más circunstancial y efimero de lo que ellos piensan.
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