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MUJERES

Las sacerdotes anglicanas están discriminadas, según un estudio

Isabel Ferrer

Ordenadas por primera vez hace seis años, las mujeres sacerdote anglicanas siguen siendo discriminadas por sus colegas masculinos, y a veces por congregaciones enteras, en el Reino Unido. Cartas amenazadoras, insultos como "No queremos marimachos en esta iglesia" y feligreses que se niegan a recibir la comunión cuando ofician ellas son algunas de las denuncias reproducidas por el primer estudio independiente sobre la aportación femenina a la Iglesia de Inglaterra. Efectuado por la Universidad de Bristol, califica de "segregación sexual" el rechazo padecido por cerca del 60% de las 2.000 religiosas.Sin embargo, los incidentes de índole sexual han sido escasos. No así el acoso íntimo, reconocido por un 30% de las entrevistadas. Según Helen Thorne, autora del informe, la tensión soportada por las mujeres sacerdote les obliga a convertirse "en el vicario y en su mujer". A pesar de que suman el 14% de los actuales ministros de la Iglesia anglicana, sólo ocupan el 4% de los puestos considerados relevantes.

Varias de sus entrevistadas -1.200 mujeres ordenadas entre 1994 y 1995- han contado situaciones que en cualquier otro trabajo le habrían valido una buena reprimenda al colega de turno. "Conozco mujeres a las que les preguntaron si estarían dispuestas a lavar y planchar los lienzos del altar. Otras han sido tachadas de lesbianas y prostitutas", ha asegurado la sacerdote Judy Lynas, representante clerical en la Unión de Ciencia, Finanzas y Manufacturación.

A Katharine Rumens, que dejó un lucrativo negocio de diseño de modas para seguir su vocación, le molesta que las diócesis sigan pidiendo "sacerdotes varones". Ella trabaja en Londres. "Uno de mis feligreses me dijo que no quería tratar con marimachos. Un estereotipo previsible, teniendo en cuenta que la Iglesia sigue dominada por varones blancos y de clase media".

Para Helen Thorne, el Sínodo, órgano de gobierno del anglicanismo, legitimó en 1993 esa forma de sexismo al crear la figura del "obispo alternativo" para las parroquias que no reconocieran la autoridad de una mujer.

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