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El Papa exhorta a los jóvenes a no dejarse tentar por la filosofía del éxito a cualquier precio

Siguiendo los pasos de Jesucristo en la peregrinación que le ha traído a Israel, el papa Juan Pablo II pronunció ayer ante 100.000 jóvenes de 80 países una versión renovada del Sermón de la Montaña en el monte de las Bienaventuranzas, en Galilea, frente al lago Tiberiades. Un lugar lleno de resonancias bíblicas que permitió al Pontífice trazar un paralelismo entre el mensaje transmitido por Jesús en las bienaventuranzas y el que ofrece a los jóvenes la sociedad actual, que bendice "a los violentos y a los que prosperan a cualquier precio".

Juan Pablo II apareció en excelente forma durante la homilía de la misa que celebró con representantes de los seis ritos católicos que existen en Israel: greco-melquita, maronita, caldeo, sirio, latino y bizantino. Entre los cardenales que le acompañaron en el altar, instalado sobre una plataforma cubierta con una enorme tela oscura, simulando una tienda de pescadores, figuraba el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. El cardenal Rouco encabezaba el grupo de peregrinos españoles, unos 9.000 jóvenes del total de 45.000 miembros del Movimiento Neocatecumenal que asistieron al acto. Juan Pablo II llegó al monte de las Bienaventuranzas, a bordo del papamóvil, entre los gritos de una audiencia completamente entregada. Estimulado por los aplausos de los jóvenes, el Pontífice, que cumplirá 80 años en mayo, pareció recobrar parte de la energía que le caracterizó durante los primeros años del papado. Refiriéndose a las ocho bienaventuranzas pronunciadas por Jesús, Wojtyla dijo a los jóvenes: "Las palabras de Jesús son extrañas, porque exaltan a aquellos que son normalmente considerados como débiles. Bendice a los que parecen ser perdedores, e incluso les promete el Reino de los Cielos. Pero frente a la voz de Jesús oís otra voz", añadió el Papa, "una voz que dice: benditos sean los orgullosos y los violentos, los que prosperan a cualquier precio, los que no tienen escrúpulos, los despiadados, los deshonestos, los que hacen la guerra y no la paz y persiguen a los que se cruzan en su camino". La elección entre una y otra no es fácil, reconoció el Pontífice. "Sobre todo cuando os enfrentáis a un futuro incierto y os sentís tentados a perder la fe en vuestra herencia cristiana". Pero, añadió, es la elección "entre la vida y la muerte". Entre quienes escuchaban al Papa, bajo la atenta vigilancia de la policía israelí, que hizo un impresionante despliegue de fuerza, había un grupo de unos 500 cristianos maronitas del sur de Líbano que portaban pancartas reclamando paz para una zona castigada por los guerrilleros de Hezbolá y el Ejército israelí. El Papa volvió a tratar el tema de la convivencia en el encuentro protocolario que mantuvo tras la misa con el primer ministro, Ehud Barak. Un Barak satisfecho confesó después a los periodistas que la visita de Juan Pablo II a Israel "representa un gran paso adelante hacia la reconciliación completa entre el pueblo judío y la cristiandad".

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