Barcelona, al borde del gran atasco
Hace varios meses, en una comida con empresarios, el alcalde de Barcelona, Joan Clos, aseguraba que el tráfico es uno de los problemas más serios de la ciudad. En ese momento, otoño de 1999, las encuestas aún no lo detectaban. Medio año después, Barcelona muestra día a día su vulnerabilidad en las calles: cualquier incidente, sea en forma de choque, manifestación o feria mínimamente importante, pone las vías de la ciudad total o parcialmente al borde del colapso. Anteayer, fue un choque múltiple en la Ronda Litoral; ayer, una prueba ciclista; mañana, cualquier cosa. Y eso que la plaza de Cerdà, como no llueve, no se inunda.Ironías a parte, lo de anteayer fue gordo e hizo buena, una vez más, esa ley según la cual todo es susceptible de empeorar. Todo empezó a las 13.38, en la Ronda Litoral, a la altura de la estación del Morrot, en dirección Llobregat. Un choque inicial entre dos camiones se convirtió en múltiple: acabaron topando cinco y un turismo, con el resultado de dos heridos que no revistieron especial gravedad. Para que no faltara nada, la grúa de los bomberos se averió y la retirada de los vehículos accidentados se prolongó mucho más de lo previsible. Hubo que echar mano de las grúas de Transportes de Barcelona para poder mover los camiones.
A todo esto, la ronda se iba llenando y llenando y la Guardia Urbana decidió cortar entradas a la misma. Lo hizo en cuatro accesos (entre Bach de Roda y Montjuïc) y si no cortó el quinto fue porque no era de su jurisdicción, al estar en el término municipal de Santa Coloma de Gramenet, afirmó un portavoz municipal.
Los cortes consistieron en desviar los coches hacia otras partes de la ciudad, que acabaron también saturadas. A primeras horas de la tarde, la Barcelona que se sitúa entre el mar y la Gran Vía era una ciudad impracticable para el tráfico de superficie, fuera público o privado.
La propia montaña de Montjuïc era un hervidero de vehículos pesados (camiones y autobuses) porque la Guardia Urbana no realizó desvíos en Paral.lel o Poble Sec sino que, simplemente, cortó la entrada a la ronda y desvió todo el tráfico hacia la anilla olímpica. De hecho, los agentes hacían compañía a una valla y un cartel sólo visible cuando uno estaba encima, en el que se podía leer "accidente". En ese momento, los conductores carecían ya de cualquier capacidad de maniobra.
A las 18.10 se logró retirar el último vehículo de los seis que participaron en el choque múltiple, pero a esa hora la zona centro de la ciudad ya empezaba a estar saturada por otro motivo: los Mossos d'Esquadra se manifestaban por la Via Laietana hasta la plaza de Sant Jaume y, para redondear la faena, deshicieron el camino y volvieron desde Sant Jaume por Via Laietana hasta la sede del Departamento de Interior, casi junto a la plaza de Urquinaona. Esto se prolongó entre las 18.00 y las 20.00, alargando la agonía de los conductores atrapados.
Por la mañana, la cosa ya se había emponzoñado junto a la plaza de Espanya, tan sensible a las manifestaciones feriales. Anteayer coincidieron el Salón de la Enseñanza y la presencia de los estudiantes que se manifestaban contra el Informe Bricall.
Pero si anteayer fue un accidente, ayer fue un asunto de calendario: la Semana Catalana de Ciclismo, prevista desde hace meses, que incluye una etapa contra reloj que se realizó en Montjuïc.
Cualquiera que ayer intentara circular por la montaña podía acabar en cualquier parte. Un conductor preguntó hasta a tres guardias cómo acceder al Estadio Serrahima y cada uno de ellos lo dirigió hacia un lugar por donde sólo se llegaba a otro corte de tráfico. Kilómetros después, un cuarto guardia le dio la información correcta: el acceso estaba cortado y no se podía llegar más que a pie.
Por la tarde, dos redactores de este diario comprobaron que las instrucciones de la Guardia Urbana a los conductores los llevaban de un lado para otro casi sin sentido. Un portavoz municipal rechazó que la actitud de los agentes formara parte de su falta de colaboración por la negociación del convenio y atribuyó los colapsos a la adversidad.
Pero esta explicación no es la que utiliza el equipo de gobierno que se encarga de la movilidad, ni tampoco parece ser del agrado de la oposición. Clos, consciente del problema que se le venía encima, nombró a Pere Navarro, ex gobernador civil, como responsable directo de la movilidad barcelonesa. De momento, no se ha notado pues apenas acaba de tomar posesión.
Pero ya ha podido hacerse una idea del asunto que le espera: la pasada semana tuvo que oír las quejas de la casi totalidad de los firmantes del pacto por la movilidad, que lamentaban que apenas se hubiera hecho nada desde su constitución, en 1998. Todos coincidieron en que las cosas van de mal en peor. Quizá la ciudad no haya llegado al caos que describía, con esa misma palabra, el representante del RACC (Reial Automóvil Club de Catalunya), pero está en sus límites.
El gobierno municipal explica que el número de coches ha crecido desorbitadamente y que la ciudad, en cambio, no puede crecer. Y aventura que la única solución es potenciar el transporte público. La oposición replica que eso sólo es posible a años vista y que hay que empezar a pensar en medidas de urgencia. Un concejal de CiU ironizaba ayer sobre la medida propuesta por Navarro: no abrir nuevas vías de entrada a la ciudad para que no entren tantos coches. "No hace falta. Ya no caben", añadió el concejal.
En este contexto se sitúa la huelga de celo de la Guardia Urbana que, desde hace varios meses, mantiene un agrio pulso con el Ayuntamiento y que ha desembocado en la negativa a realizar horas extras. Una medida que está provocando malos humores dentro del propio cuerpo porque, de media, significa una merma de unas 40.000 pesetas mensuales en los ingresos de los agentes.
El ambiente avinagrado entre los guardias acaba por traducirse en desplantes a los ciudadanos y un cumplimiento rutinario de las órdenes recibidas o, para decirlo de otra forma, la entrega a la ley del mínimo esfuerzo, confiando en que la ira de los barceloneses se vuelva contra el Ayuntamiento.
Minibús secuestrado
Los vecinos de la zona de Sant Genís d'Agudells cortaron ayer el paseo de Vall d'Hebron, provocando el colapso del tráfico rodado en la zona. Los vecinos reclaman desde hace un año la prolongación de la línea del minibús 212 en unos 350 metros. Dicen que lo pactaron con el Ayuntamiento y que no les hacen caso. El lunes decidieron prolongar la línea por la brava: se subieron al minibús y lo llevaron hasta donde quieren que llegue para demostrar que esto es posible.El martes y el miércoles hicieron lo mismo. El jueves, el autobús cambió de itinerario. Ayer cortaron el paseo de Vall d'Hebron. Eran unos 300 vecinos, cansado de esperar, según su portavoz.
Transportes de Barcelona dice que los vecinos no se ponen de acuerdo, pero que en septiembre, cuando lleguen seis nuevas unidades de minibús, alargarán y aún reforzarán la línea. En abril se recibirán otras ocho, pero ya están comprometidas.
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