Calles tétricas
En Sevilla se proponen darle un revolcón al callejero. Entre los criterios que barajará el Ayuntamiento para acometer la revolución que la nomenclatura urbana necesita hay uno llamativo: huir de los nombres "tétricos" y de los que "ofenden a la vista", según el delegado de Economía, Emilio Carrillo.De seguirlo a pies juntillas, está claro que suprimirán placas del tipo de las veintiocho llagas con cinco espinas, del sudor sangriento del pañuelo divino y otras de esta guisa. Doblas una esquina, tropiezas con un nombre así y notas tal pálpito en la nuca que agarras el bolso para evitar un robo de otro mundo, que no se puede consolar con una denuncia en comisaría. A ver cómo explica alguien que, mientras doblaba la calle Crucifixión hacia la de la Derecha del Padre, notó un roce sobrenatural y perdió la cartera.
Sevilla, además, se las apaña como pocas ciudades para meter miedo con el callejero. Hay un tramo mortal, que no siempre se puede eludir. Saliendo firme de la glorieta de los Alféreces Provisionales, se cae de bruces sobre el puente del Generalísimo y, cuando la camisa azul ya no llega al cuerpo del temblor, se tropieza con la avenida del Presidente Carrero Blanco. Normalmente la gente se desmaya por dentro, sin que se le note el pánico histórico en el rostro.
La gente, en general, ha aprendido a disimular tanto los terrores que le producen los callejeros tétricos que da la impresión de que no se inmutan. Pero es falso. Desde los Alféreces Provisionales hasta Carrero Blanco, uno ha sobrevivido a una guerra civil, una posguerra y casi 40 años de dictadura.
Algunas de las peticiones formuladas por particulares y colectivos para alterar el callejero tampoco resultan muy tranquilizadoras. En unos casos se piden cambios que, exagerando una pizca, dejan el tono tétrico igual. Por poner: sustituir al Cardenal Cisneros por el Cristo de las Siete Palabras. En otros la propuesta mete más miedo incluso: llamar General Moscardó a lo que ahora atiende por El Silencio. Puestos a elegir, siempre es preferible caminar sin abrir la boca que desfilar gritando loas a la patria. Lo cierto es que los cristos y los militares inspiran más miedo que los artistas, los pobres o las cosas inocentes sin más. Es imposible que alguien se aterrorice mientras cruza por la calle del Circo, gira en la glorieta de las Cigarreras y elude la plaza de la Familia Numerosa, otra que da miedo.
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