_
_
_
_

Entre la ilusión y la supervivencia

La definición de teatro o danza alternativos sugiere a los responsables de las salas que en Madrid se ocupan de esta parcela de la expresión escénica más suspiros que ideas concretas. "Alternativas son aquellas propuestas creativas sin ánimo en principio comercial", define Juan Muñoz, director del teatro Pradillo y presidente de la Coordinadora Estatal de Salas, que aglutina a parte de los locales destinados a este tipo de propuestas. "Son lugares donde puede estrenar la gente que escribe ahora; todos los nuevos autores van pasando por aquí", agrega Juan G. Yagüe, responsable de la Cuarta Pared, una de las pioneras y de las más asentadas y director también del recién terminado festival de música, teatro y danza La Alternativa. "Procuramos dar cabida a nuevos creadores que hacen un teatro social, para suplir las carencias de la sociedad con un discurso ético y estético que conmueva al espectador sobre temas como la mujer, el racismo, el hambre o la manipulación", describe a su vez Alfonso Pindado, director de la compañía y la sala Triángulo, de la coordinadora madrileña y de La Alternativa hasta el año pasado.

"No sé si hago teatro alternativo; hago teatro", dice a su vez Carlos Sarrió, director de la compañía Cambaleo, con sede en una nave de Aranjuez. "Las hemos llamado alternativas para distinguirlas de las salas más convencionales, y es cierto que procuramos asumir más riesgos que éstas, con autores que, sean jóvenes o no, hablen en sus obras de una realidad que nos rodea, no que sólo busquen entretener".

Surgidas la mayoría al calor de los creativos años ochenta o primeros noventa, las salas llamadas alternativas se mantienen gracias a las subvenciones o a la participación de las compañías y de las propias salas en festivales y, en aquellas que ofrecen cursos, con los ingresos de esas mismas clases. La taquilla no suele sostener por sí sola a estos pequeños teatros, cuyo aforo no puede superar las 200 butacas y que en ocasiones es de apenas medio centenar.

La pasada semana, la sala Ático de Getafe, que abrió sus puertas en 1993, emitió un comunicado para anunciar su cierre como centro de exhibición. Sus responsables se han visto obligados a suspender las funciones al no poder sobrevivir mucho más allá de 1999 sin una peseta de ayuda oficial, con un aforo de 50 butacas y un escenario de 16 metros cuadrados. En 1998, la Comunidad de Madrid les concedió 1,5 millones de pesetas. "Pero ahora nos han negado la subvención y, como va por tramos de dos años, vemos imposible alcanzar el curso que viene sin ayuda", explicó su director, Eusebio Luna. Las negociaciones con el Ayuntamiento getafense para que los responsables de Ático se hicieran cargo de la programación teatral de un centro cultural municipal, ahora cerrado, no han llegado por el momento a ninguna conclusión. "Seguiremos como compañía y como escuela, pero con un aforo tan pequeño nos cuesta dinero traer a las compañías que nos gustan. Podríamos sobrevivir si dispusiéramos de algo más grande o si alguien se ofreciera a pagar el alquiler", continuó Luna. Durante la última temporada, Ático se ciñó exclusivamente a su programación infantil.

Las ayudas oficiales, sin embargo, no son la panacea. En el caso de otra pequeña sala, la capitalina El Canto de la Cabra, que en invierno sólo puede acoger a 60 personas, las ayudas que recibe de las tres administraciones sólo alcanzan, según su directora, Elisa Gálvez, el 50% de los gastos fijos. "El convenio bianual, por lo menos te da cierta seguridad económica", admite.

Sin embargo, con mayores o menores dificultades, con más ilusión que medios económicos, estas salas van colocando día a día los ladrillos de un edificio cuyo equilibrio y resistencia se basa más en las ganas de hacer y promover algo que rompa con lo establecido que en la capacidad para jugar a ganar con las leyes del mercado. "Hay una fuerza común que nos impulsa, pero tenemos claro que no estamos aquí para trascender, perdurar ni agradar", afirma Elisa Gálvez, "sino para estar en continua búsqueda de nuevos caminos de expresión".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_