De minas a área de recreo
Es uno de los paseos más queridos por muchos vecinos de la comarca de Bilbao, pero, paradójicamente, resulta desconocido para otra gran parte de los habitantes de esta metrópoli. La Arboleda rompe la imagen que asocia la margen izquierda del Nervión y la zona minera vizcaína con contaminación y degradación ambiental. En este barrio del municipio del Valle de Trápaga, nacido al calor del boom minero de hace siglo y medio, la naturaleza ha recuperado a su manera el paisaje lunar que dejaron las 79 minas que dieron vida a la población.El recorrido ha de iniciarse en el barrio de La Escontrilla, donde se encuentra la salida del funicular más largo de España, con sus 1.200 metros de longitud que salvan un desnivel de 400 metros. El aficionado al automóvil también puede llegar por los ocho kilómetros de carretera que, en continuo zig-zag, asciende hasta La Arboleda, pero este itinerario no es ni mucho menos comparable a la subida en este ferrocarril que salvó la vida de la zona y de sus sufridos vecinos con su inauguración en 1926.
Datos prácticos
Cómo llegar: La Arboleda es el más alto de los distintos barrios que conforman el Valle de Trápaga. Para llegar al núcleo principal de este municipio (donde se encuentra el Ayuntamiento) hay que ir desde Bilbao en dirección a Santander y salir en el desvío correspondiente. Desde San Salvador del Valle se puede subir hasta La Arboleda por la carretera o en funicular hasta el barrio de La Reineta, desde donde sale, nada más llegar, un autobús hasta La Arboleda. Este último recorrido se puede hacer también andando.Alojamiento: En el Valle de Trápaga no hay ningún establecimiento hotelero ni casas de agroturismo. En cuanto a estas últimas, la más cercana se encuetra en Erandio, en la otra orilla de la ría, Gurutzelarreta (tel. 94 4531885). Los hoteles y hostales más próximos se encuentran en Santurtzi: Almesan (94 4617025), Barlovento (94 4612084), Iruña (94 4610601), San Jorge (94 4839393), Santurce (94 4611732) y Tauro (94 4612192). Comer: La Arboleda ha cambiado las minas por los fogones y con éxito, si se mira la afluencia de comensales a los distintos restaurantes del barrio, entre los que cabe citar Casa Sabina (94 6604031), León XIII (94 6364305), Zuhastieta (94 6604042), Zamarripa (94 6604162) o Maite (94 6604020).
Ya en aquella fecha el barrio contaba con cerca de 50 años de antigüedad. Aunque la explotación industrial de las minas de esta zona de las Encartaciones vizcaínas se remontaba al segundo decenio del siglo pasado, tuvo que pasar otra media centuria hasta que se considerara la necesidad de establecer un pueblo como tal, con su iglesia, su colegio (de monjas, financiado por las empresas mineras) y su hospital. Eran tiempos duros, en los que la muerte (fuese en la mina o en las reyertas de los días de paga) rondaba constantemente al poblado.
El ambiente de los yacimientos en plena explotación lo recoge Vicente Blasco Ibáñez en su novela El intruso. La narración -maniquea donde las haya, como tantas del famoso autor valenciano- gira alrededor del médico Luis Aresti, emparentado con la burguesía bilbaína, pero de ideas más que progresistas, que trabaja alrededor de esas minas de Gallarta y La Arboleda. De aquel tiempo son famosos los discursos de Facundo Perezagua, impulsor del socialismo en el País Vasco, que tenía en los mineros un público más que receptivo a sus mensajes. Así que, poco a poco, La Arboleda se fue consagrando como uno de los bastiones del PSOE en Vizcaya; no en vano Ramón Rubial celebraba anualmente su cumpleaños allí.
No es de extrañar que quien fuera primer presidente del Consejo General Vasco subiera en esa fecha tan señalada en el funicular de La Reineta, un enlace de comunicaciones proyectado en 1913 (cuando La Arboleda tenía 3.000 habitantes, sin contar con los de barrios adyacentes, además del citado, fin de trayecto) y cuya construcción no se inició hasta 1921 debido a los elevados costes del proyecto. Al final, fue la Diputación de Vizcaya la que se encargó de sacar adelante la iniciativa, dirigida por el ingeniero Felipe Machín, con un presupuesto de 1.550.000 pesetas de las de entonces.
Y es que el funicular, no sólo da servicio a los habitantes de estos barrios del Valle de Trápaga. Es también una excusa perfecta para disfrutar de las vistas del Gran Bilbao progresivamente. El ritmo cadencioso de la subida permite ir descubriendo poco a poco la vista de una conurbación urbana, de un paisaje industrial que sale de un valle cerrado y se va abriendo entre los últimos altos hornos, grúas y edificaciones urgentes al mar. Una vez en La Reineta, el paseante ya comienza a intuir la causa de lo que ha ido viendo según subía: las casas, hoy día conservadas con cuidado, son en buena parte los antiguos barracones mineros. Una vez más, la urgencia, la necesidad de levantar un techo para los trabajadores indispensables que sacaban adelante las minas.
Así se cimentó también La Arboleda, desde lo inevitable. Sin embargo, frente a tantas otras poblaciones de la Margen Izquierda, aquí surgió el encanto. Construida en ladera, colgada sobre los acantilados artificiales del Pozo Ostión, se aprovechó de las intensas luchas del movimiento obrero para conseguir cierta dignidad para sus edificaciones y una entonces precaria urbanización. Sin olvidar que esas minas, cuyas ruinas conforman hoy buena parte del atractivo de este área de recreo, eran la frontera con el resto del Valle de Trápaga.
Por eso merece la pena acercarse andando desde La Reineta hasta La Arboleda. La salida del funicular enfrenta al visitante con un paisaje entre rural y urbano, digno, pero humilde. A la vuelta de una curva, los lagos (siempre llamados "pozos" hasta que se le dio un nuevo destino al lugar), dispersos en un paisaje que ha cubierto los restos mineros hasta parecer natural. Y al fondo, el barrio donde una vez trabajó Dolores Ibarruri como cantinera en una taberna. La inevitable iglesia está en el centro, dominando esas 80 casas, entre las que todavía se ve alguna construcción de madera, vestigio de aquellos en principio eventuales barracones de mineros.
Citas literarias
Hoy día La Arboleda ha cambiado el sector primario por el terciario. Desaparecida la explotación de las minas, convertido el entorno en área de recreo, este barrio concentra una decena de restaurantes que se llenan los fines de semana. Muchos comensales habrán subido hasta Peñas Negras, donde se halla un Centro de Investigación Medioambiental que presenta un recorrido por las transformaciones del paisaje por la intervención del hombre durante siglos.
Para certificarlo no faltan las citas literarias en la exposición: aquella de Tirso de Molina ("Vizcaíno es el hierro que os encargo/ corto en palabras pero en obras largo") o la presencia en las obras de Shakespeare de la palabra "bilbo", que hacía referencia al origen de las armas que empuñaban sus personajes. Frecuentado por escolares entre semana, es el punto idóneo para comenzar un paseo por los montes de alrededor.
Abandonadas las minas, La Arboleda ha vivido el cambio de su paisaje hasta convertirse en uno de los pulmones del Gran Bilbao. Eso sí, sin perder sus señas de identidad, que mantienen sus vecinos, hijos y nietos de los trabajadores que explotaron las 80 minas que rodeaban a este poblado, cuna del movimiento obrero vizcaíno.
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