La diplomacia del caviar
El pistacho, el caviar y las alfombras son una minúscula grieta en la política de sanciones que el Gobierno de Estados Unidos mantiene desde hace más de 20 años contra Irán. El cerco contra el régimen de los ayatolás, decretado en 1979 como respuesta a la ocupación de la Embajada norteamericana en Teherán y la captura de 52 funcionarios a los que un grupo de estudiantes shií retuvo durante 444 días, se encuentra imperante en su mayor parte y constituye un corsé excesivamente rígido que frena la carrera del presidente Mohamed Jatamí hacia las reformas democráticas.El primer paquete de sanciones de la Casa Blanca contra el régimen de los ayatolás se encuentra aún en vigor, lo que imposibilita a las firmas comerciales de Estados Unidos mantener relaciones normales con Irán; aborta el intento de compra-venta de cualquier tipo de productos, ya sean agrícolas o industriales y sobre todos los vinculados con el petróleo o su explotación, con la excepción de los tres estrictos productos ahora liberados: pistachos, caviar y alfombras.
Los castigos de Estados Unidos se complementan con otras penalidades también vigentes, que incluyen la prohibición de la venta de armas, la congelación y retención de los depósitos bancarios que el Gobierno iraní tenía en la banca norteamericana y la inclusión del régimen shií en la lista negra del Departamento de Estado, limitando con ello la entrada de ciudadanos iraníes a EEUU.
Toda esta política punitiva de Estados Unidos contra Irán se proyecta, además, desde 1995 y 1996 sobre la comunidad internacional, a raíz de la decisión del presidente norteamericano, Bill Clinton, de amenazar a todas las empresas occidentales dedicadas a las prospecciones petrolíferas a las que impide hacer inversiones que superaran los 40 millones de dólares (casi 7.000 millones de pesetas), so pena de imponerles fuertes castigos. Esta medida, impulsada por el diputado norteamericano D'Amato, trata de coartar las maniobras de las otras compañías petrolíferas, especialmente francesas y británicas, que tratan de aprovechar la coyuntura y ausencia de las rivales americanas, copando a sus anchas el mercado energético de Irán. Este entramado de sanciones empezó a resquebrajarse meses atrás, cuando el Gobierno de Estados Unidos empezó a percibir los primeros síntomas de un cambio de talante por parte de las autoridades iraníes, impulsadas con la llegada al poder en 1998 de Jatamí. La Casa Blanca ha permitido desde entonces la venta de algunos productos alimenticios a Irán, incluidas 600.000 toneladas de maíz y otros bienes farmacéuticos, iniciando así un proceso que ha continuado ahora con el pistacho, el caviar y las alfombras.
Pero la Administración norteamericana no ha hecho por ahora ningún gesto liberizador con respecto a los fondos congelados en Estados Unidos y que según las fuentes oscilan entre 11.000 millones y 800 millones de dólares. Asimismo no parecen los americanos muy dispuestos a levantar las trabas que impiden a Irán acudir al Club de París a negociar en términos ventajosos el pago aplazado de una deuda internacional que se eleva a 30.000 millones de dólares. Ni tampoco se habla de poner fin a los obstáculos que impiden el libre comercio del petróleo.
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