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Los tres secretos de Lionel Jospin

Acabamos de enterarnos de por qué un primer ministro francés, Lionel Jospin, creyó deber y poder arriesgarse a acusar a la organización shií libanesaHezbolá de "terrorismo" y aceptar hablar de ello en una universidad palestina más o menos dominada por los islamistas. Recordemos que, al salir de dicha universidad, el primer ministro de Francia y el vicepresidente de la Autoridad Palestina estuvieron a punto de ser víctimas de una lapidación organizada y mortífera.Según la explicación oficial, que, por otro lado, no carecía de fundamento, Lionel Jospin quería terminar con el lenguaje estereotipado y los eufemismos diplomáticos. Por lo tanto, llamó "al pan, pan, y al vino, vino" y tildó a Hezbolá de organización terrorista. Después de todo, fue esta organización la que, hace unos años, realizó atentados con bomba en las calles de París e incluso llevó a cabo secuestros. Uno de sus rehenes, el etnólogo y arabista Michel Seurat, murió tras un atroz confinamiento. Aseguran que dos de sus asesinos figuran entre los nueve diputados que hoy representan a Hezbolá en el Parlamento libanés.

Pero esta explicación oficial no decía por qué Lionel Jospin, más radical sobre este punto que los estadounidenses, había tomado la decisión de dejar de respetar, al menos al pie de la letra, un acuerdo en el que Francia desempeña un papel especial. Preside, junto con Estados Unidos, un Grupo de Control encargado de hacer que se obedezca el acuerdo según el cual los ataques de Hezbolá contra Israel sólo serán considerados "actos terroristas" cuando sean lanzados ciegamente desde Líbano contra objetivos civiles situados en territorio israelí.

En cambio, los ataques directos en el interior de Líbano contra las fuerzas de ocupación israelíes son simples "actos de guerra". Y, desde hace un tiempo, los ataques de Hezbolá se han dirigido sobre todo a las fuerzas israelíes en Líbano, con un éxito tal que le ha proporcionado una gran popularidad entre la juventud árabe de la región.

Extraña popularidad, ya que en Líbano, por ejemplo, los bombardeos israelíes han llevado a los libaneses a defender con una pasión suicida a aquellos que quieren islamizar su país, es decir, hacer desaparecer su identidad biconfesional y su democracia.

Así pues, ¿cuál es la verdad sobre la razón por la que Lionel Jospin ha corrido esos riesgos? Lo que ocurre es, sencillamente, que él, al igual que otros pocos dirigentes de Occidente y del mundo árabe, está en el secreto de tres previsiones.

En primer lugar, se cree tener la certeza de que el israelí Ehud Barak evacuará Líbano antes de julio próximo y, lo que es fundamental, que lo hará aunque no haya acuerdo con los sirios para la devolución de los Altos del Golán. La presencia en el sur de Líbano de las fuerzas de ocupación israelíes no es ni popular ni indispensable. Todo lo contrario. En Líbano, los israelíes lo han perdido todo, incluso su invencibilidad militar (saben ganar todas las guerras, pero pierden todas las guerrillas y todas las intifadas). Lo han perdido todo, incluida el alma.

En segundo lugar, segundo secreto, las hipótesis de las previsiones sobre la situación tras la retirada de las fuerzas israelíes son más o menos catastróficas. En Líbano seguirá habiendo lo que ya hay, es decir, un Hezbolá fuertemente financiado por Teherán y fuertemente equipado por Damasco. La organización es capaz de movilizar rápidamente a 50.000 militantes-soldados shiíes que saben manejar armas ultrasofisticadas.

Además, hay pequeños grupos de musulmanes sunníes en el norte, desde Saida hasta Trípoli, que han manifestado su hostilidad hacia las instituciones cristianas. También hay decenas de miles de palestinos en los campos y en los suburbios. Por último y, sobre todo, hay fuerzas militares sirias que en ocasiones pueden alcanzar los 60.000 soldados y que controlan el país.

La lucha contra Israel ha unido hasta ahora a los bandos más antagónicos y proporciona a Hezbolá, bajo control iraní y sirio, una autoridad considerable. Y, por supuesto, está el Ejército regular libanés... Pero, evidentemente, tras la retirada del Ejército israelí todo cambiará.

O Hezbolá acepta disolverse como organización e integrarse con una autonomía relativa en el Ejército libanés, lo que es poco probable, o acepta la tutela directa y total del Ejército sirio, lo que no es imposible, al menos para una parte de la organización shií. O otra parte de esa organización conserva su autonomía y entonces integra a todos los grupos maximalistas enemigos de Arafat y de todos los poderes no musulmanes. Y entonces es el caos.

Finalmente, el último secreto: Siria está acusada de haber conducido a Hezbolá a multiplicar unos actos de terrorismo cada vez más provocadores y sangrientos con la idea de mantener a Israel en la dinámica de la guerra en el sur de Líbano e impedirle llevar a cabo una retirada fuera de un acuerdo sobre el Golán. Siria quiere una evacuación israelí siguiendo su calendario y sus condiciones para preparar su control sobre el conjunto del territorio y sobre todas las fuerzas libanesas.

Debido a estas tres informaciones o preocupaciones, debido también a los actos de terror de Hezbolá, esta organización merece el calificativo de "terrorista".

Está acusada de querer sabotear los acuerdos de Oslo, la Autoridad Palestina y las negociaciones entre israelíes y sirios bajo el arbitraje de Estados Unidos. Está acusada, sobre todo, de no obedecer ya a nadie y de utilizar la lucha legítima contra el ocupante israelí como pretexto para propagar una guerra santa, una yihad, a través del terror.

Ésta es la explicación. Ni siquiera Lionel Jospin, que pretende "decir la verdad" y huir de la prudencia diplomática, ha estado en condiciones de hacerla pública. Nos encontramos en vísperas de cambios espectaculares en Oriente Próximo, con las consecuencias que estos cambios tendrán en Estados Unidos y en Europa, en todos los planos.

Puede que las relaciones entre Irán y Occidente se normalicen. No es imposible que se inicie una paz fría entre Israel y Siria y una cohabitación violenta entre israelíes y palestinos. Incluso puede que Irak tome en consideración el interés de mostrarse cooperativo con los inspectores de la ONU. Por último, en Argelia, los focos del islamismo radical se van apagando sucesivamente aunque todavía siga habiendo problemas.

Pero hay un fenómeno que permanece invariable y cuyas convulsiones siguen sacudiendo a las sociedades implicadas.. Este fenómeno es el del proselitismo integrista. Por todas partes se anuncia el "declive" del fundamentalismo religioso musulmán, pero, por el momento, este declive provoca sobresaltos de terror y de barbarie contra los cristianos de Timor y de Nigeria, contra los coptos de Egipto y contra los animistas de Sudán. Y este proselitismo se transforma en amenaza sorda en Palestina, en Líbano y en Turquía. Y también en todas las sociedades musulmanes inmigrantes en Europa, suscitando en los racistas y xenófobos reacciones populistas primarias e incontrolables.

Jean Daniel es director del semanario francés Le Nouvel Observateur.

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