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El "mea culpa" teológico

Tanto a los creyentes como a los no creyentes les desconcierta el hecho de que la Iglesia pida perdón por pecados y errores cometidos en su historia pasada, y por diferentes motivos. Los primeros se preguntan: si la Iglesia es santa, y está inspirada por el Espíritu Santo, ¿por qué ha podido pecar? Y los no creyentes: ¿es razonable condenar los errores de generaciones lejanas en el tiempo con criterios pertenecientes a la conciencia contemporánea? Como se ve, tanto en un caso como en otro, la lógica interrogativa adolece de un análisis sobre la identidad de la Iglesia. (...) Los creyentes están acostumbrados a pensar en la Iglesia como una autoridad sagrada (...). Pero la inmersión de la Iglesia en los asuntos humanos (...) no la hace inmune a errores y pecados. (...) La Iglesia no sólo absuelve los pecados de sus hijos, sino que, a su vez, pide ser absuelta de los suyos. La purificación de la memoria (...) es una solemne y dramática liturgia penitencial que la Iglesia celebra, por voluntad de Juan Pablo II, y que no está dirigida al mundo, para obtener la comprensión y la absolución del mundo, sino al Dios de justicia y misericordia. (...) La admisión de la culpa por parte de la Iglesia no es asimilable a un juicio histórico y ni siquiera a un veredicto de condena. (...) Incluso observando a la Iglesia con una concepción laica, no se puede negar que ésta ha sido una de las fuerzas históricas más potentes en el proceso de unidad y superación del género humano. Y en este contexto, (...) la penitencia católica representa un fuerte y benéfico avance.Francesco Paolo Casavola

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