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Tribuna:Elecciones 2000ESCENAS DE CAMPAÑA
Tribuna
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Recta final

Hoy hay que echar el resto. Es el final de 15 días agotadores, pero aún más cruel se presenta la recta final si uno considera que a la campaña la habían precedido largos y esforzados meses de difusa, pero intensa precampaña. Y es que estábamos en precampaña desde la noche de los tiempos. Por eso la de hoy no va a ser una jornada para corredores explosivos, para el talento de velocistas consumados que estalla durante unos breves segundos. No, en esta ocasión hemos asistido a un maratón y sólo ahora los esforzados de la ruta acceden por fin al estadio. Se trata, en efecto, de la misma recta de otras veces, pero ahora los corredores no van frescos: llevan muchos kilómetros a sus espaldas.

¿Alguien sería capaz de concretar en qué lejano día de 1999 se dio la salida a esta larga carrera? ¿En qué remota población comenzaron a correr nuestros atletas? ¿Fue en Quintanilla de Onésimo, donde el presidente ha tomado la costumbre de inaugurar la anual tunda política? ¿Acaso algún pueblo de Euskal Herria, adonde acudió Arzalluz con intención de inaugurar nuevo batzoki? ¿Fue quizás alguna localidad de la Margen Izquierda donde un dirigente y diligente socialista rompió por fin a hablar en clave electoral?

Es difícil (es imposible) saberlo. Nadie recuerda cuándo comenzó la carrera, lo único que está claro es que muy pronto podremos terminarla. Esperemos que nuestros atletas de Lizarra, nuestros fervorosos constitucionalistas y la afición en general lleguen con fuelle hasta la meta. Son muchos los kilómetros recorridos y habrá que ver quién afronta en mejores condiciones la recta final, donde se apelotonan observadores y periodistas. Uno apuesta por los políticos de raza, por los oradores iracundos, por los dialécticos más estrepitosos. Todo indica que por ahí irán los tiros (dialécticos) de las próximas horas. Les va a resultar muy duro. Llevan cargados los gemelos, los corazones bombean sangre sin cesar, el sudor de los corredores ha salpicado hasta la inundación la estraza de los periódicos. Se prevén desmayos, tirones, contracciones y problemas cardíacos. Pero las masas rugen al fin, jaleando a sus atletas favoritos, viendo por fin cómo acceden, en gayumbos, a la pista del estadio.

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