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Reportaje:Elecciones 2000

Las dos caras de Terrassa

El catálogo de edificios de Terrassa incluye 25 chimeneas industriales. Son residuos de un pasado esplendor fabril, que fue acompañado por movimientos obreros no siempre triunfantes. La ciudad, situada a 17 kilómetros de Barcelona, se halla en plena transformación. El sector textil y de la confección, que hace apenas 10 años ocupaba a más del 50% de su población activa, ha dejado de hacerlo, y el resultado ha sido un pasado reciente convulso, con el impactante episodio del estallido racista de Ca N'Anglada, en julio de 1999.Hace apenas 13 años, en 1987, el sector textil daba empleo a 10.971 personas (el 53,41% de la población empleada de la ciudad). A principios de 1999, esta cifra se había reducido a 5.915 (el 35,09%). No obstante, sigue siendo la principal industria de la ciudad, con un peso del 12% en el conjunto de su economía. El segundo sector en importancia es el del metal, que apenas ha tenido variaciones en número de empleados en estos últimos años (5.531, en 1987; 5.593, en 1998). Lo que sí ha cambiado es el área de servicios, donde el número de empleados se ha incrementado en un 115% en la última década.

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El paro es del 8,24%, dos puntos por encima de la media catalana. Un dato que, sin embargo, resulta casi optimista. En 1987, alcanzaba el 28,69%. En esa fecha empezó a bajar, hasta 1992 cuando algunos economistas decidieron que se había llegado al mínimo posible: el 12,31%. El 8,24% actual es en buena parte engañoso. Entre los jóvenes, la tasa de paro es del 4,5% y entre los varones adultos, del 4,9%. Son las mujeres las que rompen el esquema, con el 13,01%. Y muchas de esas mujeres son mayores y viven en Ca N'Anglada.

Terrassa se halla en el llamado cinturón rojo de Barcelona. Esto significa que vota a los socialistas en las municipales, por mayoría absoluta, y también en las generales, pero en un porcentaje menor, y reparte algo más el voto en las autonómicas, entre éstos y CiU. Las formaciones de raíz comunista (IC-V y EUiA) han perdido una presencia que a principios de los ochenta era notable. El listón del PP es el 15%.

Los partidos locales han alcanzado un único acuerdo: Ca N'Anglada es un asunto que no debe convertirse en debate electoral. No se hablará de ello en campaña, ni para bien ni para mal. Todo lo demás está abierto a crítica en una población donde los aspectos sociales acaban pesando más que los ideológicos. Con todo, el predominio de los socialistas ha hecho que Terrassa no fuera uno de los principales campos de batalla de estas elecciones. PP y CiU han preferido buscar sus votos en otros puntos menos definidos.

Terrassa tiene dos autopistas, trenes de Renfe y de Ferrocarrils de la Generalitat. Es sede universitaria y tiene muy cerca la Autónoma de Barcelona. Esto ha hecho que la construcción residencial se haya disparado en los últimos años, aprovechando el auge de la demanda de vivienda. La ciudad es un bosque de grúas, salvo en Ca N'Anglada. Esta zona creció en los primeros años cincuenta, con trabajadores procedentes, sobre todo, de Andalucía y de Extremadura. Se instalaron como pudieron, construyendo ellos mismos casas para vivir, en parcelas que miden cinco metros de ancho por 15 de largo, en las que había que dejar espacio para un patio trasero.

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Construían ayudándose unos a otros, los fines de semana, porque el resto del tiempo lo pasaban en las fábricas, haciendo horas extras para pagar los ladrillos y el cemento, comprados a plazos. Pagaban también unos bonos a la parroquia y así podían trabajar en festivo. La Guardia Urbana pasaba a comprobar tan piadosa aportación. Si alguien no tenía el recibo, se quedaba sin materiales.

Muchas de esas casas aún perduran. Sus propietarios pueden levantar otra planta, pero entonces deben construir un aparcamiento en los bajos. Si se descuenta ese espacio y el necesario para la escalera, apenas si da para una vivienda de 80 ó 90 metros cuadrados. Muchos de los residentes son viudas con bajos ingresos, incapaces de asumir una inversión de este tipo. El resultado es el estancamiento de casi todo, incluidos los precios de los pisos. Los que pueden, huyen. Y los que llegan a ocupar su sitio son, sobre todo, inmigrantes de bajo poder adquisitivo.

La presencia de personas de origen norteafricano es hoy notable. Por eso, en Ca N'Anglada están tres de las cuatro carnicerías halal -que venden cortes de carne según las normas del Corán- de Terrassa y la única mezquita. La población magrebí supone el 5,9% del total del barrio, frente al 2,9% en el conjunto de la población. Y la convivencia terminó por estallar. Fue por un episodio anecdótico y pilló por sorpresa a los observadores, incluido el Ayuntamiento. "Sabíamos que el barrio no tiraba, pero no esperábamos lo que pasó", explicaba no hace mucho la concejal Montserrat Ribalta.

Racismo y lucha obrera

Citar los acontecimientos de julio de 1999 ante los residentes del barrio es casi mentarles la madre. La junta de la asociación de vecinos, a una, proclama: "No somos un barrio racista". Y aduce su pasado de lucha obrera en los setenta: los 55 días de huelga continuada en AEG, las cargas policiales sufridas, los encierros en la iglesia. La plaza donde se produjeron los enfrentamientos que degeneraron en agresiones a marroquíes se llamaba Pío XII en los años sesenta; hoy se llama de Ca N'Anglada, pero muchos la siguen conociendo como la plaza roja.

Es un barrio de izquierdas, protestan en la junta de la asociación, donde añaden: "Estamos a favor de la integración, pero ellos [los magrebíes] no sólo tienen derechos, también tienen deberes". Agregan que, por muy extranjeros que sean, no pueden orinar en la plaza ni meterse con las chicas que lleven minifalda. Juran y perjuran que las piedras contra las tiendas de magrebíes las lanzaron grupos violentos llegados de otros barrios.

Un antropólogo estudia formas de integración, porque lo que resulta evidente es que la distancia entre la colectividad asentada y la que ha llegado con posterioridad es notable. "El desconocimiento entre ambas comunidades es fuerte; la incomprensión, también", explica Ribalta. Una opinión que comparte SOS Racismo de Cataluña, para cuyo portavoz es importante no acabar identificando árabe y delincuente, como sugiere que hace el Gobierno al hablar de la Ley de Extranjería. La comunidad musulmana declina opinar.

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