Gloria a la sardina
Carnestoltes se nos va: No ploreu, no, que ell tornará i nosaltres, no. Su cénit y su fin. Vencía la oscura -negro como los funestos estorninos que levantó Milans era el avión que montaba el asesino Pinochet- doña Cuaresma, se exilaba don Carnal; volvía triunfante, acompañado de don Amor, el Sábado de Gloria: Set setmanes de Quaresma i de bacallà salat: vinguen ous i botifarres i de truites un bon plat. El tiempo es implacable y más cuando bajo el sol para todo había un instante y un momento para cada cosa, temps d'infantar i temps de morir, temps de plantar i temps d'arrancar, temps de plorar i temps de riure.Iba a imponerse el ascetismo, la jornada de hoy -la joven madre noble santa Perpetua y su esclava partera Felicidad, cristianizadas por el cartaginés Saturno- resultaba ajetreada: batallas de naranjas, confetis, serpentinas, cántaros rotos... colaciones abundantes -platos semejantes a calderes, perolades o arrós amb costra-, pasacalles ("las máscaras han inundado calles y plazas en esa loca animación de estos bulliciosos días", Alcoi, 1865), saraus ("El baile del Salón Veneciano muy concurrido, algunas personas conservaran gratos recuerdos, ha reinado la mayor expansión", Alcoi, 1871)... juicio y sentencia con entierro o quema del fuego viejo del carnestoltes o de la sardina, en su origen un canal de cerdo, que impera hasta hoy; en Villar del Arzobispo es la morca, una gran morcilla, como toca, porque, realmente empezaba el reinado de la "sardina, todo es espina; abadejo, todo es pellejo", según el Valle de Ayora. A medianoche, cesaba el barullo, el desorden, el exceso; llegaba la pía tristeza, la mortificación, la represión: El meu ventre està avesat/ a menjar moltó cuinat/ i ara estarà arrugat/ com bossa de confreria Qui ho diria que siga el darrer dia.
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