Cimientos para una auténtica paz
"ETA gelditu" no era un lema suave, ni ambiguo, sino firme y rotundo. Otra cosa fue la falta de voluntad de desfilar tras el llamado lanzado desde Ajuriaenea. Ibarretxe quiso unir a todos los ciudadanos en su rechazo a ETA, pero ni socialistas ni populares quisieron marchar junto a un lehendakari que apuesta por el diálogo y la conciliación.Falta tradición en la resolución pacífica de los conflictos, falta cultura de la no-violencia y por eso hoy en España vende más Ermua que Lizarra, el aislamiento de los violentos que el acercamiento a ellos. Ya puede el pacto de la ciudad del Ega haber abierto la única esperanza de verdadera paz en la historia de nuestra democracia, ya puede haber evitado un buen número de asesinatos en sus dieciocho meses, que esa vía ya está, dicen, "fracasada".
Sin embargo Lizarra vive en cuantos creemos que no se está más cerca de la paz cuanto más se falta y provoca, en cuantos sentimos que la violencia verbal aumenta el empuje violento de los radicales. Lizarra vive porque abrigó una esperanza que aún no ha conseguido tumbar su mayor amenaza, la "goma dos" y el tiro en la nuca, pero tampoco la política de inmovilismo del Gobierno central. Lizarra vive en cuantos estamos convencidos de que es preciso romper en algún punto esta larga espiral de violencia.
Todos estamos de acuerdo en que es preciso construir país sin divisiones. La cuestión es sobre qué cimientos y principios levantar ese país. El único período sin atentados se ha abierto cuando se ha ensayado la opción de encuentro y comunicación con el entorno radical. La reciente historia nos ha demostrado que la aproximación al adversario, por crueles que puedan ser sus métodos, es la única forma de que éste abandone su doloroso accionar.- .
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