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PINOCHET VUELVE A CHILE

El Ejército recibe a Pinochet como a un héroe El Gobierno chileno critica los honores de bienvenida dispensados al general por los militares

El Ejército chileno desafió al Gobierno y recibió ayer como un héroe al ex dictador Augusto Pinochet, de regreso a su país tras 503 días de detención. Los militares hicieron caso omiso de las recomendaciones del Ejecutivo y organizaron una ceremonia de bienvenida con toda la pompa, que incluyó honores militares de jefe de Estado. El hombre que llegó ayer a Santiago sorprendió a todo el mundo por su repentina fortaleza. En manos del Ejército, fue trasladado al Hospital Militar, donde presuntamente iba a estar ingresado un mínimo de tres días para examinar su salud. Ocho horas y media bastaron para que fuera dado de alta y pudiera pasar la primera noche con su familia en la mansión de La Dehesa, uno de los barrios más elegantes de Santiago.

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Descendió del avión en el aeropuerto de la Fuerza Aérea en una silla de ruedas. De repente, como Lázaro, se incorporó con inusitado ímpetu y avanzó por su propio pie para saludar, uno a uno, a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y los familiares que acudieron a recibirle. Quienes esperaban a un anciano decrépito con aspecto de enfermo no daban crédito a lo que veían. Vestido con un impecable traje azul oscuro, Pinochet estaba radiante después de haber efectuado un largo viaje que se prolongó 24 horas. El Boeing 707 que le trasladó de Londres evitó sobrevolar territorios hostiles, como el de España, para no correr ningún riesgo, ya que persiste una orden internacional de detención en su contra del juez Baltasar Garzón.El itinerario se mantuvo en secreto y sólo se confirmó, a través de Londres, una de las dos escalas técnicas, en la isla británica de Ascensión. El avión invirtió muchas más horas de las necesarias, para llegar a Chile a plena luz del día y ante los ojos de todos los chilenos. Así lo quiso el Ejército, amo y señor de la organización de bienvenida. Abundaron las versiones contradictorias sobre el trayecto y la hora de llegada del avión, los rumores y las maniobras de despiste. Se esperaba que el avión aterrizara en primer lugar en la ciudad de Iquique, a 1.800 kilómetros al norte de Santiago y en la que el general tiene una residencia. El despliegue de seguridad en el aeropuerto de aquella ciudad al que acudieron numerosos pinochetistas y representantes de los medios informativos fue en vano. Pinochet llegó directamente a Santiago.

Invitaciones personales

Ante el cariz que adquirían los preparativos de la ceremonia de bienvenida, el Gobierno, a través del ministro de Defensa, expresó su malestar y "sugirió" al Ejército que bajara el perfil de la recepción, para la que se distribuyeron numerosas invitaciones personales. La respuesta de los militares se produjo a primera hora de la mañana, apenas dos antes de la llegada del Boeing de la Fuerza Aérea. Miles de cables, trípodes, cámaras de televisión, tarimas y los dos centenares de periodistas apostados frente a la pista del aeropuerto militar tuvieron que retirarse hacia una posición lejana desde la que apenas se divisaba nada para una cobertura informativa en condiciones. Órdenes del Gobierno, arguyeron los militares, que llegaron a invocar a la Presidencia de la República. La réplica no se hizo esperar: el ministro del Interior, Raúl Troncoso, negó tajantemente cualquier orden gubernamental para obstaculizar el trabajo de la prensa y confirmó que el Gobierno veía con inquietud la bienvenida que preparaba el Ejército.

"Se organiza una fiesta con bandas y no parece prudente. El general Pinochet ha sido liberado bajo condiciones de absoluta discreción, por razones de salud. Esto no puede merecer una recepción como la que se está organizando", dijo Troncoso. La medida de fuerza contra los medios de comunicación fue, pues, una maniobra del Ejército ante las sugerencias del Gobierno. Finalmente, los informadores pudieron volver a su posición original.

Pero los uniformados hicieron oídos sordos a las inquietudes del Gobierno y mantuvieron los fastos. La cúpula militar en pleno, el cuerpo de generales en retiro al completo, lo más granado de los políticos de la dictadura y los máximos dirigentes de Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), los dos partidos de la derecha pinochetista, esperaron al exdictador. Más de 400 asistentes, cuando las cifras que se barajaban el día anterior no superaban los 200.

El candidato de la derecha en las últimas elecciones presidenciales, Joaquín Lavín, antiguo delfín de Pinochet, no estuvo presente en el aeropuerto. Tampoco hubo ningún funcionario del Gobierno saliente ni del que asumirá el próximo 11 de marzo. Pero sí hubo gestos claros: a la misma hora que Pinochet aterrizaba en Santiago, el presidente Eduardo Frei emprendía vuelo hacia La Serena, una ciudad al norte de la capital. Todos los miemros del próximo Gobierno se reunieron en Reñaca, a 100 kilómetros de Santiago bajo la presidencia del próximo jefe de Estado, Ricardo Lagos.

Pinochet recibió honores militares que no le corresponden como antiguo jefe del Estado pero sí como comandante en jefe benemérito del Ejército. La banda instrumental del Ejército interpretó las notas de Lili Marlene y Erika, los temas preferidos del ex dictador y del régimen nazi, tras lo cual abordó por su propio pie el helicóptero que le trasladó al Hospital Militar, en Santiago.

Allí le esperaban unos 5.000 pinochetistas convocados por la Fundación Pinochet, algunos de los cuales hicieron guardia durante toda la noche anterior. El ex dictador entró al recinto en silla de ruedas en medio de la euforia de sus seguidores. Su familia compareció en el balcón para saludar a todos los presentes mientras a Pinochet se le hacía un chequeo general. Aunque en principio se había hablado de que permanecería en el recinto sanitario durante dos o tres días para comprobar su estado de salud, en vuentes de su entorno ya se avanzó a primera hora de la tarde que el examen médico quizás durara menos de los previsto. Pasadas las siete y media de la tarde (hora chilena), apenas ocho horas y media después de su ingreso, Pinochet abandonaba el hospital con destino a su domicilio.

Fuentes del Gobierno no ocultaban su malestar por la imagen que Chile transmitió ayer al mundo. Por una parte, el ex dictador exhibe un mejor estado físico del que diagnosticaron los exámenes médicos británicos. Por otra, el Ejército ha demostrado, una vez más, que mantiene una nada despreciable cuota de poder que le permite desobedecer las recomendaciones del Gobierno cuando está por medio el general Augusto Pinochet. El ministro Troncoso trataba después del recibimiento, de quitar importancia a la mala imagen proyectada, que algunas voces calificaban de bochorno.

"Para el Gobierno no es ningún bochorno. Que una persona baje caminando del avión no quiere decir que pueda afrontar un juicio", dijo. Y añadió: "Creo que la recepción ha sido mesurada y dentro de lo que correspondía". Palabras que no coincidían en absoluto con su próximo sucesor y actual ministro secretario general de la Presidencia, José Miguel Insulza, que consideró inconveniente al recibimiento ofrecido al ex dictador.

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