Un elector atribulado XAVIER BRU DE SALA
"Tenía yo de niño un tío abuelo", me cuenta un elector atribulado, "tío Emilín, pequeñito, encorvado y socarrón, que se había quedado sólo con dos frases, síntesis, despojo y resumen de su apacible estar en este mundo: 'Todo va como una seda', y 'te daré una peseta para que vayas a cal barber' (a finales de los cincuenta el pelo largo no existía, pero estaba de moda dejar al interlocutor sospechando, sólo sospechando, que le estaban tomando el pelo). Las usaba a modo de sentencias, según la ocasión, alternadas con ciertas muecas, y le bastaban, sin que la peseta apareciera nunca, para labrarse un puesto de mito viviente en la familia, sobre todo entre la numerosa población infantil que se reunía en los días de fiesta grande. Sospecho que, de haber sobrevivido, le habrían bastado para ganar las elecciones del 12-M. Por lo menos me distraigo pensándolo cada vez que aparecen los grandes candidatos en las noticias. Dejando aparte los asesinatos y su poco edificante secuela doctrinaria, la casi totalidad de los mensajes podrían reducirse con suma facilidad a los dos latiguillos de mi muy anciano tío abuelo: 'Todo va como una seda', y 'te daré una peseta para que vayas a cal barber"."Y no me digas que la democracia es aburrida", prosigue, "porque basta una ojeada al suspense y jolgorio de la campaña norteamericana para que empalidezcan los más acérrimos defensores de lo bien que va la nuestra. Memez por memez, por lo menos allí nadie se avergüenza al anunciar lo que piensa. La campaña norteamericana es, desde luego, no sólo mucho más larga que la española -y eso que en Cataluña llevamos un año y pico sin abandonar las prédicas electorales-, sino infinitamente más jugosa, divertida, seria, variopinta y participativa. Si fuera por la coincidencia con el carnaval, tendría un pase, pero llevan nuestros políticos tanto tiempo vestidos con el mismo disfraz que ni se dan cuenta de lo mal que les sienta. Los norteamericanos -qué envidia- gastan uno al día, adornado además con un sinfín de caretas que se van colocando en los mítines, según la parcela de segmento del electorado al que va dirigido cada párrafo. Así da gusto, y por acumulación y diversidad, uno, aunque viva en Barcelona, acaba enterándose tanto de lo fundamental como de los matices de cada oferta. Y sabe además quién ayuda a cada cual y por qué. Si pudiera, cambiaría mi papeleta del Congreso más un favor a negociar por una de las presidenciales de yanquilandia. No dudaría un momento, convencido encima de que para el futuro de mis conciudadanos, incluido el mío, es más importante el presidente de los Estados Unidos que el del Gobierno español".
"En cambio", asegura, "me quedaría con la papeleta del Senado. Es insignificante, tan poca cosa que nadie la querría. Ni regalada. Pero para mí tiene un valor, más que testimonial, simbólico. Votando por la Entesa de las izquierdas al Senado español digo que, en Cataluña, estoy por el cambio. Por una alternancia sin otra ruptura deseada que la de las inercias provincianas a las que el pospujolismo con Pujol nos ha acabado sometiendo. El Senado no sirve para nada, de acuerdo, y si confiar en su reforma es cosa de crédulos incorregibles, presumir que dicha reforma va a cambiar algo en el reparto del pastel español es de ilusos recalcitrantes. Pero da cierto gusto reconciliarse con Iniciativa, aunque sólo sea en la intimidad del voto. Tampoco está nada mal apoyar la imaginación de los socialistas sin comprometerse con su absoluta falta de renovación. Tiene un no sé qué de perversión votar a Esquerra con una cruz en el recuadrito que contenga el siguiente mensaje, 'contra lo que proclaman al unísono los nacionalistas demagógicos y los radicales, el PSOE y el PP no son lo mismo, y menos en lo tocante a la manera de ver y sentir la diversidad de España'. Por más que a veces hagan lo posible por parecerse, son distintos. Un gran resultado de la izquierda en el Senado pondría la alternancia más fácil que un severo bajón de CiU en el Congreso (bajón que, por otra parte, desearía en Cataluña si no disminuyera con él el peso catalanista en el Congreso)".
"Cuenta la teoría que en democracia deciden los votos", añade. "No hace falta ser un progre de libro para añadir que cada vez menos. Francesillas y símbolos aparte, el 12-M sólo servirán los votos para decidir el orden de las dos frases de mi tío. Si gana el PP, el titular será 'todo va como una seda' y el subtítulo 'te daré una peseta'. Si ganara Almunia, se invertirán y unificarán las oraciones: 'Te daré una peseta y así todo irá como una seda'. ¿Hay diferencia? Claro. Intentar borrar la diferencia entre derecha e izquierda es de mentecatos. Aunque aparezca poco o mal, existe y seguirá existiendo". Si mi atribulado elector me sigue soplando sus dudas, el próximo sábado, día de reflexión, hablaremos de ello (además de denunciar la tontería esa del día de reflexión).
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