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Un nuevo desastre

JOSÉ RAMÓN GINER

Parece irremediable que el nuevo palacio de congresos de Alicante se edifique en la ladera del monte Benacantil. El alcalde Díaz Alperi ha anunciado que la Comisión Territorial de Urbanismo se reunirá en los próximos días y levantará todas las trabas para que el palacio pueda construirse en tal lugar. De nada habrá servido la oposición de los alicantinos, ni las miles de firmas recogidas en contra del proyecto. Se habrá ignorado el informe redactado por el técnico de Patrimonio, desfavorable para la edificación. No parecen ser estas razones de peso para el alcalde de la ciudad.

Los partidos de la oposición han afirmado que la Consejería de Obras Públicas y Urbanismo infringirá la Ley de Patrimonio, si se produce la aprobación de la obra. Me temo que no sirva para mucho esta advertencia. Por lo visto hasta ahora, la consejería no pierde el tiempo en estas futilidades. Basta repasar sus últimas actuaciones para percibirlo. En todo caso, ya se encontrarán argumentos para que los ciudadanos entiendan que su proceder ha sido impecable y todo se ha hecho, como siempre, en su beneficio.

Así las cosas, todo indica que nos encaminamos hacia uno de esos desastres urbanísticos que periódicamente padece Alicante. Como en ocasiones anteriores -el lector curioso puede consultar las hemerotecas- los argumentos empleados por las autoridades no han variado: necesidad y progreso. Amparados en esas dos palabras, aquí se han cometido los mayores disparates, sin que a nuestros alcaldes o concejales les temblase el pulso. En esta ocasión, sin embargo, nadie ha discutido la necesidad de que Alicante cuente con un palacio de congresos. Todo el mundo está de acuerdo en su oportunidad y en los beneficios que supondría para una ciudad que busca vivir del turismo y del ocio. Lo que se discute, lo que no acaban de entender muchos ciudadanos, es que el edificio deba construirse precisamente en la ladera del Benacantil, como si la ciudad careciera de cualquier otro espacio.

Para defender esta ubicación, se han expuesto los argumentos más insensatos, hemos leído los escritos más peregrinos. Se ha dicho que los congresistas revitalizarían el centro de la ciudad, al desplazarse caminando hasta el palacio, que visitarían la barriada de San Antón, ahora en una situación deplorable y así contribuirían a su remozamiento... Y estos disparates se han formulado sin aportar un dato, sin realizar un estudio, sin considerar la distancia y la situación de los hoteles. Al día de hoy, por no disponer, no se dispone ni de un informe sobre el impacto que la celebración de un congreso tendrá en el tráfico de la ciudad, lo que ya resulta admirable teniendo en cuenta la zona donde se levantará el palacio.

Lee uno como se ha transformado la ciudad de Santiago de Compostela, como se ha salvado el casco antiguo de Barcelona, y ve detrás de todo ello un plan meditado, unas ideas, unos argumentos, unos políticos reflexivos, dotados de sentido común. Pues, bien, nada de todo esto parece posible en una ciudad como Alicante. Aquí no cuenta otra opinión que el ordeno y mando del señor alcalde. En cuanto al sentido común, debió llevárselo a la tumba, hace ya muchos años, aquel famoso Negre Lloma.

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