La doble manifestación de repulsa del último atentado de ETA ahonda la brecha entre los vascos
El PNV convirtió la marcha de Vitoria en un acto de desagravio al 'lehendakari' Ibarretxe
Los asesinatos de socialista Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez, no bastaron para unir a los vascos contra ETA. Ayer, la fractura se hizo más gráfica que nunca. Mientras el PNV convirtió la manifestación de Vitoria en un acto de desagravio al lehendakari, Juan Jose Ibarretxe, el resto de los ciudadanos caminó en silencio, junto a la viuda y los tres hijos del político asesinado. La negativa de los partidos a marchar tras una misma pancarta obligó a los vascos, una vez más, a elegir con quien se manifestaban. La situación provocó numerosos incidentes. Ante los suyos, Ibarretxe dijo que "la paz está un poco más cerca". Ante el resto, Javier Rojo, el sucesor de Buesa, pidió al lehendakari -ya ausente- que construya "un país sin divisiones".
El objetivo era gritar fuerte contra ETA, pero los vascos, ayer, terminaron gritándose los unos a los otros. Nunca tanta gente había salido a la calle en Vitoria para manifestarse contra el terrorismo. Más de 100.000 personas recorrieron los dos kilómetros que van desde la plaza de la Constitución hasta la de la Virgen Blanca. Sin embargo no lo hicieron juntos. Unos, los seguidores del PNV, abrieron la marcha tras su lehendakari, bajo sus pancartas y sus banderas, gritando sus propias consignas: "ETA no; Ibarretxe, sí". Otros muchos lo hicieron detrás de la viuda y los hijos del político asesinado, arropados por los líderes del PSOE y del PP, tras una gran pancarta roja con letras blancas: "ETA no, basta ya". Y todavía otra multitud caminó entre unos y otros, en silencio, visiblemente desconcertada por la utilización partidista de la protesta ciudadana.Fueron dos, o incluso tres manifestaciones en vez de una. Un reflejo de lo que había sucedido durante la semana. Si el asesinato del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco en julio de 1997 provocó la unión espontánea de todos los ciudadanos contra ETA, el último atentado ha conseguido todo lo contrario. La brecha entre los partidos nacionalistas y el resto bajó ayer a la calle. El PNV quiso resarcir a su lehendakari del abucheo recibido el pasado miércoles durante el funeral por el dirigente socialista Fernando Buesa. Los carteles de "Ibarretxe dimisión" exhibidos por unos doscientos ciudadanos -"agentes del Cesid", según Xabier Arzalluz- fueron contestados ayer por una auténtica multitud.
200 autobuses
El PNV desplazó a Vitoria -ciudad gobernada por el PP- a sus bases más fieles. Unos 200 autobuses, con matrículas de Bilbao y San Sebastián, fueron llegando durante todo el día. A la hora prevista para el inicio de la marcha, cinco de la tarde, el ambiente estaba muy caldeado. Simpatizantes del PNV y de los partidos de ámbito nacional se insultaron mutuamente mientras se formaba la manifestación tras las respectivas cabeceras. Hubo empujones, gritos, agresiones a fotógrafos y cámaras de televisión. Natividad Rodríguez, la viuda de Fernando Buesa, asistía a todo ello junto a sus hijos. Se les veía tristes y aturdidos. Junto a ellos, los líderes vascos del PSOE y del PP, Nicolás Redondo y Carlos Iturgaiz, respectivamente.
La marcha del PNV dejó en segundo lugar la protesta contra ETA para dar prioridad al apoyo al lehendakari. El pasado miércoles, miles de personas le increparon cuando entró a la catedral de Vitoria para asistir a los actos fúnebres por el socialista asesinado y tuvo que abandonar la iglesia por la puerta de atrás. El PNV no quería que la historia se repitiera ayer y se juramentó alrededor de su presidente. Miles de seguidores tomaron literalmente Vitoria con una escenografía más acorde con los grandes días del partido-Alderdi Eguna o Aberri Eguna- que de una manifestación contra ETA. Sobre todo teniendo en cuenta que la marcha se desarrollaba tres días después de que fueran asesinados el parlamentario socialista y su escolta. Gran despliegue de banderolas, carteles plastificados y lemas muy claros de apoyo a Ibarretxe, que acudió parapetado en un impresionante despligue de seguridad. El lehendakari caminó arropado por sus dos antecesores en el cargo, Carlos Garaikoetxea y José Antonio Ardanza; el Defensor del Pueblo Vasco, Xabier Markiegi; Jon Buesa, hermano del socialista asesinado y dirigente del PNV; el presidente del Parlamento, Juan María Atutxa, y otros destacados nacionalistas. Ibarretxe fue llevado entre un mar de gritos que no dejaban de corear su nombre. El severo servicio de seguridad generó momentos de tensión con ciudadanos y dos periodistas de CNN + y TVE recibieron golpes e insultos.
Cada uno por su lado
La marcha concluyó como empezó: cada uno por su lado. Cuando los simpatizantes del PNV llegaron a la plaza de la Virgen Blanca, Ibarretxe se dirigió a ellos para decirles en euskera y castellano: "La paz hoy está un poco más cerca. Hemos venido a defender la vida, a recordar a Jorge y Fernando, a poner de manifiesto el respeto de todas las ideas cuando se defienden democráticamente".
Tras guardar un minuto de silencio, los dirigentes y los militantes nacionalistas fueron abandonando la plaza, a la que ya iba llegando el resto de los manifestantes. Javier Rojo, el secretario general en funciones de los socialistas de Álava, llegó a la plaza casi una hora después y, tras pedir otro minuto de silencio, habló a los miles de ciudadanos que habían seguido la manifestación sin banderas y en silencio. "Aquí falta el lehendakari", dijo, "si él ha convocado la manifestación ¿dónde está? Quiero transmitirle y pedirle que nos escuche, que nos mire, que nos vea, que no sea sordo y no fracase. Queremos ser parte importante de este pueblo, porque todos los que estamos aquí somos vascos. Queremos trabajar conjuntamente. No queremos ni bloques ni divisiones".
La noche ya se había echado sobre Vitoria. Algunos grupos de ciudadanos todavía tuvieron tiempo de reprocharse sus agravios. La Ertzaintza los separó y se llevó los aplausos de la mayoría, una forma de homenajear a Jorge, el escolta asesinado el martes. Del atrio de la catedral nueva aún no habían retirado las coronas de flores por Fernando.
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