La metedura de pata del siglo
Tras sortear la nieve y evitar a los manifestantes, un grupo de empresarios, políticos e intelectuales se reunió la tarde a finales del pasado enero, durante la cumbre anual del Foro Económico Mundial, celebrada en Davos, para plantear, ante una agradable cena, la siguiente pregunta: ¿cuál fue la mayor metedura de pata del siglo? Es un juego de mesa intelectual, por supuesto, pero un buen juego.Antes de seguir, escriba su respuesta.
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Para mí, una "metedura de pata del siglo" es un absurdo error humano con consecuencias graves y de gran alcance. Que el capitán del Titanic no redujese la marcha cuando el transatlántico se acercaba a la zona de icebergs; que el príncipe Carlos se casase con Diana Spencer; que Barings contratase a Nick Leeson; que el presidente Clinton se embarcase en el juego del puro con Monica Lewinsky. Todas ellas son grandes meteduras de pata, pero sus consecuencias no tienen suficiente alcance como para entrar en el juego.
Una cuestión más difícil es si la metedura de pata se debería juzgar por las intenciones de quien comete el error o por lo que al final resultó ser bueno para el mundo. Así, la invasión de la Unión Soviética por Hitler en junio de 1941 fue mala para él, puesto que le hizo perder la guerra, pero resultó ser algo muy bueno para los occidentales, y, al final, también para los alemanes. (Se plantea, además, la cuestión de si se puede describir como metedura de pata algo tan profundamente enraizado en su ideología. El nazismo significaba antibolchevismo o no significaba nada). De manera similar, el ataque japonés a Pearl Harbour fue desastroso para quienes lo perpetraron, pero para nosotros fue una bendición, porque hizo que Estados Unidos entrase en la guerra. Al final, fue una bendición también para Japón: derrotado, ocupado, pero también liberado y puesto en la senda de una modernización espectacular y no marcial. El bloqueo de Berlín por Stalin en 1948 y la invasión de Afganistán por Bréznev en 1979 fueron meteduras de pata desde el punto de vista de los dirigentes soviéticos, pero pronto se volvieron a nuestro favor.
Una metedura de pata debe ser también un acto único y bien definido. En nuestra cena, el notable ministro de Economía de Suráfrica, Trevor Manuel, enumeró las que para él eran las mayores meteduras de pata del siglo: el apartheid, cuya invención él adscribió a los británicos y fechó hacia el 1910; la guerra fría, y el desarrollo de las armas de destrucción masiva. Es cierto que todas éstas fueron causa de gran sufrimiento humano, pero es difícil adscribirlas a un único y absurdo error humano.
Los representantes norteamericanos (que tendieron a predominar en el Davos de este año) plantearon repetidamente la Gran Depresión. El asesor económico de Clinton, Gene Sperling, señaló un error concreto tras esa depresión: el proyecto de ley de Smott-Hawley, que impuso tasas elevadas a las importaciones y que el presidente Herbert Hoover firmó y convirtió en ley el 17 de junio de 1930. Esto tiene uno de los distintivos de muchas meteduras de pata históricas: gente lista señaló entonces el error. En este caso, los economistas declararon que conduciría a una desastrosa espiral descendente de represalias proteccionistas, lo cual fue cierto. La lección tuvo efecto en la reunión Davos, uno de cuyos mantras es la importancia del libre comercio mundial.
Uno de los primeros lugares en la lista de todos lo ocupaban el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural en China. Fijémonos en la ingente magnitud del sufrimiento que produjo. (Aproximadamente, la mitad de las muertes atribuidas al comunismo en el Libro Negro del comunismo tuvieron lugar en China). Imaginemos China, Asia y el mundo hoy si China hubiera salido del comunismo antes, de manera más pacífica. Y sin embargo, se podría objetar que, al igual que la invasión de Rusia por Hitler, las enormes convulsiones que tantas vidas destruyeron eran de alguna forma intrínsecas a la ideología y al sistema de gobierno de Mao.
Mi corta lista estaba encabezada por tres grandes meteduras de pata políticas. La primera fue la involucración de Estados Unidos en Vietnam. Por supuesto, nunca se sabrá qué hubiese sucedido si Estados Unidos nunca hubiera enviado allí sus tropas. Quizá, como predecía la teoría del dominó, otros países hubiesen caído a su vez en el comunismo. Sin embargo, dado que Vietnam y Camboya cayeron de todas formas, con horribles resultados en lo que a sufrimiento humano se refiere, como resultado directo del fracaso estadounidense, éste no parece un buen argumento en contra. Nuestra única superpotencia y más importante democracia es desesperadamente reacia a intervenir en cualquier lugar, por miedo a un nuevo Vietnam. Incluso cuando interviene, como en Kosovo, no está dispuesta a sufrir una sola baja militar.
La segunda gran metedura de pata fue nuestra: el que el Reino Unido (y Francia) no respondiese con decisión a la remilitarización de la zona del Rin por parte de Hitler en 1936. Éste fue el momento en que Occidente pudo, y debió, haber parado a Hitler. Por supuesto, se podría haber escogido Múnich en 1938, cuando el Reino Unido y Francia aceptaron la división de Checoslovaquia. O quizá se podría retroceder más en la historia. Seguramente, la metedura de pata que desencadenó todas las demás fue el punitivo acuerdo de paz alcanzado en Versalles en 1919. Como siempre, personas sabias -como John Maynard Keynes- advirtieron en contra del mismo en su momento.
Otros en nuestra cena afirmaron que se puede retroceder todavía más, a 1914 y el comienzo de la I Guerra Mundial. ¿Pero es posible identificar una única metedura de pata que causase el avance hacia la guerra? Muchos errores, ciertamente, ¿pero un gran error, especialmente decisivo? Si uno pertenece a la escuela histórica de la nariz de Cleopatra (si no hubiese tenido una nariz tan adorable, la historia se habría desarrollado de forma diferente), entonces podría afirmar que la metedura de pata del siglo original fue la del conductor checo del archiduque austriaco Francisco Fernando. Sólo porque se perdió en Sarajevo y tuvo que dar marcha atrás hasta una bocacalle del muelle de Appel, el asesino aficionado Gavrilo Princip consiguió acertarle a Francisco Fernando el 28 de junio de 1914. Si Francisco Fernando hubiese empleado a un conductor más competente...
Sin embargo, mi principal candidata a metedura de pata del siglo es la decisión del Gobierno imperial alemán de conceder a Vladímir Ilich Uliánov (alias Lenin) un salvoconducto por tren a través de la Europa Central ocupada por Alemania, de Zúrich a Finlandia, y desde allí, a la estación Finlandia en San Petersburgo, en 1917. Alemania calculaba que Lenin y sus camaradas sembrarían un caos mayor en Rusia, y quizá incluso consiguieran sacarla de la guerra, lo cual fue cierto. Eso no salvó a Alemania de la derrota. Y Alemania, como toda Europa y todo el mundo, se pasó la mayor parte del siglo luchando contra las consecuencias. Fue el billete de tren más caro de la historia. Al igual que con todos los demás candidatos, esto supone un juicio histórico sobre la naturaleza de la Revolución Rusa y el papel de un único individuo. ¿No habría sucedido de todas formas? Mijaíl Gorbachov, en su nuevo libro, On my Country and the World, insiste en que sí. Era, escribe, 'inevitable desde el punto de vista histórico'. Creo que todas las pruebas sugieren lo contrario. La conquista del poder por parte de los bolcheviques dependía crucialmente de la inteligencia y voluntad política más implacable de un hombre, Lenin. Entonces, ampliemos los hechos: sin el triunfo de los bolcheviques en Rusia, no habría existido una Unión Soviética comunista, quizá tampoco un Hitler (en la medida en que el fascismo se puede entender como una reacción al comunismo, una cuestión muy discutida), ni una Europa del Este comunista, ni una guerra fría, ni los jemeres rojos, ni Cuba, ni la China comunista para que Mao metiera la pata, y que se enfrenta a nosotros hasta hoy... Bueno, quizá sí, o quizá no. Pero, desde luego, fue una metedura de pata de las que se llevan la palma, y la peor que se me puede ocurrir hoy.
Pero las consecuencias de los errores cometidos en las últimas décadas del siglo pasado todavía no se han hecho patentes. Dentro de diez, veinte o cincuenta años, la gente se rascará la cabeza y se preguntará: ¿cómo pudieron pasar por alto eso? En nuestra cena de Davos se sugirió un candidato: el hecho de que hemos hecho demasiado poco para garantizar la seguridad de las centrales de energía nuclear de la antigua Unión Soviética y de cualquier otra parte, con el riesgo de que se produzcan otros Chernóbil. Vemos los resultados del pase de tren alemán a Lenin. El verdadero truco es identificar la metedura de pata cuyas fatídicas consecuencias todavía están por ver.
Thimoty Garton Ash es escritor y profesor en St. Anthony´s College de Oxford
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