Los obispos
no han dicho más que lo que viene diciendo el cristianismo desde sus comienzos, que no hay sobre esta Tierra ninguna ciudad perfecta. Cosa que, por otro lado, es el fundamento de la tradición democrática y liberal de Occidente. El mismo Churchill reconocía que la democracia liberal era el mal menor. Sólo los totalitarios piensan que su ciudad es perfecta, y que cualquier crítica es poco menos que un delito de lesa traición. Que nadie se preocupe ni se inquiete, los católicos tenemos dos mil años de vida, no somos ningunos niños.- .
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