_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuando la rana se puso a cantar...

JAVIER MINA

El recalentamiento de la atmósfera está produciendo situaciones insospechadas. Por ejemplo entre las ranas. Debido al calor o a los rayos ultravioletas -o ultraviolentos, como decía aquel examinando que hubiera podido ser hoy en día firme candidato a soldado del Ejército profesional español- que atraviesan la capa de ozono como si se tratara de goretex, estaría disminuyendo el número de hembras lo que, según los ingleses, que de esto saben un huevo o egg, llevaría a los machos a copular con cualquier cosa, lo mismo con una carpa -las asfixian- que con los impagables enanitos de jardín. De momento, y pese a las expectativas transgénicas, a Blancanieves no le ha salido ningún pretendiente con barbas de elfo y ancas de rana ni se ha descifrado el genoma del beso que convierte sapos en príncipes de cuché.

Bajo nuestro también tórrido aire lo que falta es descendencia de un sexo u otro, pero no entre las ranas, sino entre las personas, de ahí que se pretenda paliar la indigencia vegetativa no recurriendo a enanos de jardín ni a carpas, sino donando órganos con la idea de que sea vasco quien lleve, por lo menos, un bazo de aquí. ¿Cómo se explica, si no, que donemos más que nadie en el mundo? Me apresuro a señalar que todo esto no es producto del efecto invernadero, sino de otra clase de calentones cuyo humo en salvas sigue trayendo de cabeza al Papa, intratable de cintura para abajo, y a nuestros propios jerifaltes, que echan todavía más humo al ver cómo sus denodados esfuerzos por construir un país serán para levantar uno que pronto se quedará vacío. No me extraña que algunos estén llamando a ser para decidir. ¡Ojalá el plan secreto anunciado para después del 12-M invite a que seamos a troche y moche!

Desde luego, en los tiempos y el país que corre quienes están calentando la atmósfera y corrompiendo el ozono no son los tubos de escape, sino los políticos a base de escupir veneno. Es lo que tienen las campañas electorales; lo ensucian todo de insultos y promesas aunque la disfracen de pre, de precampaña, digo, para soltarse más la lengua como si fuera un ensayo y todo quedara en mentirijillas. Dado, pues, que se las pintan como nadie para comentarse, arremeterse y tirarse a la yugular, casi voy a dejarles solos y centrarme en dos subrepticias intoxicaciones paraelectorales. Cuando los apaleados y los apaleables se quejan de la inoperancia de la Ertzaintza achacándola a directrices políticas que limitarí-an sus intervenciones, extremo en el que coinciden los sindicatos (no nacionalistas) de la propia Ertzaintza, coge Balza de Interior y dice sin rubor alguno que lo que se está pidiendo es que no exista una policía vasca, forma y manera de eludir el debate mediante el recurso al proceso de intenciones donde sin darse cuenta mete a los propios sindicatos (no nacionalistas) de la policía vasca, en cuya boca estaría poniendo la chusca reivindicación de que no quieren una policía vasca.

La segunda -intoxicación- proviene de los mismísimos labios de Otegi. Cuando descalifica a Savater sin argumentar y atribuyéndole gratuitamente que como furibundo español encabezaría la caza al moro por haber dicho que quienes no piensan en abertzale viven un Ejido continuo -cierto, faltó la horda que explotara en un momento dado, pero a cambio hay hordas de geometría variable que a razón de dos actos diarios de fuego o palos llevan destruido en un año más que lo que se rompió en Almería- seguramente lo hace para apartarse de la vista el horror de una hipotética persecución xenófoba de la que por supuesto se siente totalmente ajeno, pero al tachar a Savater de antivasco está dándole en el fondo la razón: quienes no piensan en abertzale no son vascos y si encima se quejan y reinvindican la aspiración a serlo fuera del canon patriotero se convierten automáticamente en antivascos y entonces interviene un curioso azar que contribuye, por ejemplo, a que le arda espontáneamente el coche o le explote un campingás en el domicilio. Claro que, esto es como lo de las ranas, nadie excepto el maldito proceso invernadero tiene la culpa de que se vayan follando por ahí a los enanos de jardín.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_