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Neoplatónicos

Han visto las sombras de la caverna de Platón porque vinieron desde las grutas de los países del este europeo. Allí, hacinados en torno a la pileta del capitalismo administrativo, soportaron con un rictus socrático al mamoncete que se marcaba el parche de camarada comunista, o de compañero socialista, aunque no pasase de ser un puto pendón callejero con el culo puesto siempre al servicio del gran pendón, ése que controlaba todo el puterío del este europeo desde un Kremlin siempre aquejado de venéreas mentales. Cuando reventó el muro salieron de estampida. Ahora están aquí, con los pies metidos en el Mediterráneo malagueño, y continúan viendo sombras cavernícolas a través de un boquete en el Tetra Brik de tintorro Don Mendo.Bajo el sol de este febrero que casi hace creer en Dios, ellos cantan -en polaco, en checo, en húngaro, en rumano- la canción del que tiene hambre y un bordillo en la acera del parque y piojos y una manta que hace de saloncito y de dormitorio y de entrada al retrete en cuya taza sus vidas flotan hasta que alguien llega y les tira de la cisterna por cinco duros. "Dioss sse lo pagarrá", le sueltan al cristiano que acaba de aflojarse el moco, prudente precio por el que durante algunos segundos otra vocación católica, fea y sentimental se encarnará en un Karol Wojtyla que perora paridas ex cátedra: "¡Ande, hombre, deje usted ya el vino y póngase a trabajar!". Desde el fondo de la caverna, las sombras de estos neoplatónicos del este de Europa suelen contestar amén.

Pero en los días de lluvia -esos jodidos días de niebla baja y húmeda que chupa la ardentía de las entretelas como un mostachón puesto en un vaso de leche- recuerdan sus países de llanuras inmensas y grises y de cordilleras inmensas y grises, y olvidan que ahora mismo son mendigos puestos a congelar en las calles de Málaga y que están pidiéndole al cristiano que pasa 20 duros para un Tetra Brik de Don Mendo tinto, como el color de sus años allá en Transilvania, cuando otra lluvia, la suya, los congelaba a la sombra del castillo de Drácula. Entonces, el cristiano abre su paraguas y les dice que ha salido sin calderilla, que otra vez será, y ellos piensan en las acciones del BBVA y en las acciones de Terra hasta desplomarse crujidos por un pedo de felicidad.

Esa mezcla de cochambre, especulación y caridad cristiana es la Unión Europea, un tenderete de valores bursátiles que hace más plácido el sueño de los jubilados de aquí a costa del mendrugo de los mendigos de allí, un interminable invernadero de plástico a cuyo amparo crecen las plantas de los tomates y se secan las esperanzas de los pobres que hace siglos llegaron desde Asia a lomos de los caballos de las hordas de Atila, o cruzaron, desde África, el Estrecho de Gibraltar en las pateras de Tarik y Muza.

Cuando los cojones de estos mendigos terminen de inflamarse no habrá jubilados que sueñen con las cotizaciones en Bolsa. Toda Europa, entonces, será una caverna, y todos nosotros, incluso el alcalde de El Ejido, seremos un mendigo neoplatónico que sueña con 20 duros para un Tetra Brik de Don Mendo.

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