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Del arte de los títeres

Unas 300 marionetas de una veintena de países de los distintos continentes aguardan desde el pasado jueves, en la sala Julio González, de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales, dependiente del Ministerio de Educación y Cultura, en la exposición Marionetas del mundo. La muestra, que reúne la colección privada del Ateneo madrileño Utoplía y piezas de telas y decorados del Museo de Juguetes de Albarracín (Teruel) y de la empresa cultural navarra Fira, se ha estructurado en torno a leyendas y narraciones tradicionales transmitidas de generación en generación a través del teatro de marionetas. En total son nueve las escenas recreadas, en vitrinas o en teatrinos de guiñol, que enseñan los muñecos que interpretan la historia y su argumento.En la vitrina que reproduce una escena de El gran combate entre el cristiano Orlando y el rey moro se encuentra la pieza más antigua, de principios de siglo, un pupi siciliano (marionetas manipuladas desde arriba mediante una varilla rígida colocada en la cabeza) cuya singularidad está en que el muñeco puede desenfundar su espada gracias a la habilidad del titiritero. La tradición del títere español está representada en la figura del Cristobita, que García Lorca elevó a la categoría de personaje literario. En un pequeño teatrino se ha recreado La pesadilla del torero don Cristobita, donde se puede observar una singular escena en la que el toreado es un hombre y tanto el matador como el público son toros. Todas las figuras que componen la escena son obra de la compañía madrileña Caleidoscopio. También pertenece a la tradición española El sueño del guitarrista enamorado, cuya puesta en escena incluye una de las piezas de mayor tamaño de las expuestas, el guitarrista Juan Limón, de más de un metro de altura y con movimiento de ojos, cejas, boca y manos.

En su conjunto, Marionetas del mundo demuestra que el teatro de títeres no es sólo una expresión artística para los niños. Como recuerda el programa de mano de la muestra, "gran parte de las culturas orientales y occidentales han utilizado y utilizan las marionetas para transmitir su literatura, su historia e incluso creencias religiosas". Ilustra este carácter más sagrado que profano la vitrina con unos muñecos de Ubud, un pueblo de la isla de Bali. Estos títeres planos, realizados con piel y cuerno de búfalo, proyectan su sombra a través de un lienzo; según costumbre aún vigente, los hombres pueden observar la escena desde el lado del manipulador, oficiante del ritual, mientras que a las mujeres y a los niños les está reservada la cara del otro lado del lienzo, según ha explicado el comisario de la muestra, Pedro Lavado.

Algunas curiosidades, como muñecos "mágicos" (un títere cuya cabeza se separa y se eleva sobre el tronco con los hilos), completan la muestra. Para los más pequeños se ha organizado una actividad-taller que consiste en que los chavales dibujen una de las piezas expuestas y escriban una historia protagonizada por el muñeco elegido.

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