_
_
_
_

La avalancha de importaciones dispara el déficit comercial de EE UU un 65%

El único agujero negro de la economía de EEUU alcanzó proporciones históricas en 1999. Los datos del Departamento de Comercio sitúan el déficit comercial de este país en 271.310 millones de dólares (46,1 billones de pesetas). La avalancha de importaciones procedentes de Japón, Europa, China, México y Canadá incrementaron el déficit comercial en un 65% respecto a 1998. Mientras tanto, los precios subieron un modesto 0,2% en enero, por debajo de lo esperado.

Más información
FOTO SIN TITULO

Aunque en diciembre el déficit comercial creció a un ritmo menor que en meses anteriores, la cifra refleja un desequilibrio entre importaciones y exportaciones que sirve como argumento perfecto para usar el proteccionismo como arma clave en la campaña electoral estadounidense. En diciembre, EEUU compró en el extranjero coches, electrodomésticos y otros bienes por un valor de 110.720 millones de dólares (18,8 billones de pesetas), pero sólo logró 85.170 millones de dólares por la venta en otros países de productos made in USA, y eso gracias a que aumentó la venta de aviones.Esta desigualdad añade 25.550 millones de dólares a la costosa factura del déficit comercial que asciende ya a 271.310 millones de dólares, una cifra que deja en el olvido los 164.280 millones con los que se cerró el déficit comercial en 1998.

El Gobierno de Bill Clinton asegura que el problema con el déficit comercial todavía se deriva de la crisis de los mercados financieros en 1997 y 1998: los agricultores estadounidenses perdieron mercados que habían quedado sin poder adquisitivo por una tormenta monetaria que, al mismo tiempo, abarató hasta extremos inéditos el coste de los productos comprados con dólares. Así, los bienes fabricados en otros países han inundado EE UU gracias a sus precios imbatibles, y la factura ha empeorado por la subida del petróleo.

Los datos se van a politizar porque Clinton insiste en mantener abiertas las fronteras comerciales de EEUU, una puerta que el presidente quiere abrir plenamente a China si consigue convencer al Congreso para que se normalicen las relaciones comerciales con este país.

Para Clinton, la globalización de la economía acabará siendo una victoria para las empresas estadounidenses porque al final tendrán más oportunidades para exportar; para los más proteccionistas este camino sólo conduce a la destrucción de muchas pequeñas y medianas industrias. Ésa era también la protesta de los manifestantes durante la cumbre de la Organización Mundial de Comercio de Seattle: que la globalización sólo beneficia a las grandes corporaciones.

En todo caso, a Clinton le queda todavía un argumento en su defensa: las cifras de exportación han comenzado a remontar y con ello han roto una tendencia que empezaba a ser peligrosa. Mientras tanto, la inflación permanece sorprendentemente bajo control a pesar de la calentura económica de EE UU: los precios sólo crecieron un 0,2% en enero, la misma cifra que registró la inflación subyacente (que excluye alimentos y carburantes).

Según la explicación oficial, el aumento del IPC se achaca a las subidas en vivienda, el tabaco y los libros de texto. En cambio, bajaron el transporte aéreo, los coches nuevos y la ropa. La bondad de la cifra no sirve para disipar el temor inflacionista que tanto asusta a la Reserva Federal, parece que es sólo una cuestión de tiempo que la inflación se dispare. Por eso Greenspan insistió el jueves en que no hay nada mejor que volver a subir los tipos de interés para evitar un mal inflacionista que, sin embargo, no termina de hacer acto de presencia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_