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Llidó

Miguel Ángel Villena

MIGUEL ÁNGEL VILLENA

Con el paso de los años los recuerdos quedan archivados apenas en unas cuantas sensaciones. Así, tengo grabada en cuatro imágenes la memoria del derrocamiento de Salvador Allende en Chile. La primera de ellas tiene forma de portada de la revista Triunfo con un escalofriante fondo negro y unas enormes letras en blanco: Chile. La segunda impresión ha recorrido el espinazo de toda una generación y no es otra que la austera arquitectura del palacio de La Moneda en llamas el 11 de septiembre de 1973. El tercer recuerdo habita en un póster que colgó durante mucho tiempo de una pared de mi casa y que contenía un lema que se convirtió en universal, tanto por la filosofía que pregonaba como por la figura del político que pronunció aquello de "más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor". Algunos mostramos poca tendencia a la mitomanía o al fetichismo, pero aquel aire a la vez bondadoso y firme en sus convicciones del doctor Salvador Allende forma parte de nuestro patrimonio histórico, político y sentimental, integra nuestros pensamientos y dibuja nuestra piel.

La cuarta imagen tiene nombre y apellido valencianos: Antoni Llidó. A finales de los setenta, cuando la dictadura de AugustoPinochet alcanzaba sus mayores cotas de barbarie, la revista Valencia Semanal publicó una serie de reportajes sobre la desaparición del cura Llidó en Chile. El horror contaba desde aquel momento con un rostro cercano, personalizado en uno de esos católicos que creen a pies juntillas en aquello de ayudar a los prójimos. Un libro de la editorial Tándem, presentado esta semana en Madrid, repasa ahora la trayectoria de Antoni Llidó. Entretanto, el dictador Pinochet sigue en su jaula de oro londinense a la espera de que termine el culebrón jurídico sobre su futuro. Pero al margen del destino final del sangriento militar, el mundo entero ya ha condenado sus tropelías. Estoy seguro de que, allá donde esté, Antoni Llidó esbozará una sonrisa. No de venganza, sino de justicia.

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