Condenado un guardia civil por los cuatro heridos al abatir un toro en Foios
El titular del Juzgado de Instrucción y Primera Instancia número 1 de Moncada ha condenado al pago de una multa a José María C. F., el sargento de la Guardia Civil que dirigió la estrambótica y accidentada captura de un toro escapado de las fiestas populares de Albalat dels Sorells (L' Horta), finalmente abatido en Foios. El juez, en consonancia con la petición del fiscal, considera al agente culpable de una falta -infracción que ni siquiera alcanza la categoría de delito- por su responsabilidad en la captura de la res, que finalizó con el animal muerto y cuatro personas heridas de diversa consideración.
El magistrado, además, condena al Estado, como responsable civil subsidiario, a indemnizar en diversas cantidades a los heridos en la operación: Vicente Lleonart (herido en el tórax, con pronóstico grave); Vicente Cabo y Joaquín Tamarit, que sufrieron lesiones de pronóstico reservado y Antonio Martí, que apenas permaneció unas horas bajo atención médica tras ser alcanzado en los glúteos por un tiro de origen desconocido.
Los abogados de los perjudicados solicitaron una compensación total de 106 millones de pesetas. El magistrado ha rebajado esas pretensiones considerablemente: poco más de 35 millones, 20 de ellos para Lleonart, de 35 años entonces.
Los hechos enjuiciados ahora sucedieron el 6 de septiembre de 1997, cuando un toro optó por abandonar el festejo popular que protagonizaba en Albalat dels Sorells. Inmediatamente, un batallón de ciudadanos anónimos se unió al despliegue de la Guardia Civil que pretendía capturar al animal, que fue acorralado junto al polígono industrial de Foios, casi en el límite entre ambos municipios. La res, de 572 kilógramos, tumbó a una mujer en su huida y derribó varias vallas antes de refugiarse en el campo de naranjos.
Allí, el animal fue abatido. Eso si, la confusa operación se saldó con los cuatro heridos mencionados, que fueron alcanzados por proyectiles de origen desconocido a pesar de que José María C. F. sólo dio la orden de disparar tras solicitar a los curiosos, de manera tan insistente como poco afortunada, que despejaran la zona. El sargento nunca utilizó su arma, por lo que su abogado solicitó, sin éxito, su absolución.
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