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Nieve artificial BENJAMÍN PRADO

Se podría escribir un cuento. Se podría decir: "Había una vez un animal llamado el hombre cuya fuerza consistía en encontrar remedio para todas las cosas: podía quemar los bosques e inventar las flores de plástico, podía arrasar sus cosechas y crear las verduras transgénicas, extinguir especies y después idear una ciencia para clonarlas, para que resucitasen de entre los muertos. El hombre vivía en un planeta llamado Tierra, pero también vivía de espaldas a él; le gustaban menos la comida fresca que la comida congelada, menos el agua pura que el agua embotellada; huía de sus campos y sus montañas hacia los cielos contaminados de sus ciudades; maltrataba a sus parejas; le gustaba cazar a sus semejantes, pero no se los comía, así que también tuvo que inventar una razón para seguir matándolos: inventó el dinero. Un día, cuando la mayor parte de sus selvas habían sido ya taladas y la mayor parte de sus ríos se había cubierto de veneno, cuando sus playas estaban devastadas y el mar había sido repartido en pequeñas piscinas, se sintió desolado, porque no le quedaba nada que aniquilar. Entonces tuvo una idea, decidió destruir la nieve".Se podría escribir así o de otra manera, pero el relato siempre sería el mismo, siempre iba a tratar del modo inexorable en que, poco a poco, la realidad se falsifica y se tergiversa, desaparece de nuestro alrededor y es sustituida por una copia barata. Ahora van a hacer en Arroyomolinos un parque de nieve artificial de 95 hectáreas, el más grande de Europa, donde se podrá esquiar cada uno de los 365 días del año. La empresa constructora dice que plantará árboles, que transformará una tierra baldía en un paisaje alpino.

Y el consejero de Obras Públicas, Urbanismo y Transportes -es decir, las tres cosas que en Madrid marchan como un reloj- se ha apresurado a dar su palabra de que todo eso es verdad, digan lo que digan cuatro ecologistas barbudos, rojos y probablemente homosexuales. De forma que podemos estar tranquilos, porque todo el mundo conoce el carácter benéfico y la sensibilidad medioambiental que caracteriza a cualquier buen especulador, tipos con un corazón de oro, tipos que darían su vida por salvar un alcornoque del fuego. ¿Quieren más? Ni que decir tiene que el gasto de agua y energía será mínimo, que los materiales usados serán reciclables al cien por cien, se construirá un pasillo verde, se crearán miles y miles de puestos de trabajo porque en el interior del paraíso se van a instalar restaurantes, boleras, hoteles, un campo de golf, un aparcamiento para casi nueve mil coches que contribuirán con sus tubos de escape a la mejora del ecosistema. Qué buena gente, los promotores del negocio y sus compinches, quizá habría que hacerles una estatua, dedicarles un túnel, enviar sus biografías al Vaticano, para que los canonicen o beatifiquen junto a los curas fascistas de nuestra guerra civil.

A lo mejor, cuando la nieve artificial se establezca ya no hara falta la otra, quizá se podría prescindir de ella, levantar bloques de pisos en Navacerrada, en Cotos, en Camorritos, crear más infraestructuras, más empleos, más riqueza. En el futuro, si la cosa prospera, también se podría servir nieve a domicilio en camiones frigoríficos, instalar en las casas surtidores de lluvia, o lámparas capaces de simular el sol. Imagínense un mundo a la carta, ajustado a sus vidas. Imagínense una calle en donde cada casa estuviera en una época distinta del año, en donde se pudieran ver consecutivamente niños en bañador y niños con anorak, hombres cortando leña y mujeres tirándose a una piscina. No me digan que no les parece bonito. Te asomas a una casa y ves un jardín de otoño; te asomas a la próxima y están celebrando la Navidad. Les parecerá raro, pero todo eso va a empezar muy pronto, en en año 2002, en cuanto ese parque de nieve artificial arranque sus motores: estaremos en agosto, usted irá en su coche deseando comerse un helado o quitarse la camisa y, de pronto, al llegar a un semáforo, otro coche se parará junto al suyo y dentro habrá una familia con pasamontañas, guantes, buzos de esquiador, conduciendo rumbo a Arroyomolinos.

Pero ustedes no se preocupen por nada. Confíen en ellos. Dentro de poco, todo estará bajo control.

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