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Elecciones 2000

Banyalbufar no quiere ser alemán

Banyalbufar, a treinta kilómetros y treinta minutos de Palma de Mallorca, ha decidido instalarse en el pasado para asegurarse el futuro. Sus habitantes han logrado escapar de la moda que impera en la zona, y para ello se han blindado ante la invasión alemana que ha acabado con la personalidad de otros municipios colindantes. Esta población de 560 habitantes presenta una imagen que parece extraída de una lámina de un libro antiguo, como si en sus calles, en sus casas, el tiempo se hubiera detenido.Pero Banyalbufar es algo más.Es un pueblo periférico y montañoso que vive del turismo sin que se note en su piel, que mantiene una acción política progresista y que fue pionero en la preservación del paisaje. No tiene paro y su población ha equilibrado la pirámide de edades con nuevos vecinos capitalinos. Y, lo que es más inusual en la zona, en la guía de teléfonos no aparecen más de setenta residentes extranjeros, de los cuales sólo tres o cuatro son alemanes.

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La estrategia proteccionista en extremo ha llevado a la autoridad local a plantar cara y parar los pies a su principal terrateniente, el todopoderoso y vanguardista magnate Richard Branson, creador de la multinacional Virgin, dueño de seis kilómetros cuadrados del municipio con acceso exclusivo a tres de los siete kilómetros largos de su costa. Branson, finalmente, rechazó hacer una macrourbanización. Restaurará una mansión rural, que convertirá en un hotel de lujo y varios chalés dispersos.

"No fue un David contra Goliat. Nos querían vender El Dorado. Razonamos con Branson y evitamos que la empresa actuara como un poder fáctico. No podíamos quedar colgados del palo mayor", indica el alcalde de la localidad, Manuel Romero, un empleado que llegó de Badajoz en 1977, y que encabeza un partido independiente en el que se mezclan socialistas y nacionalistas.

El PP considera que los progresistas locales y sus homólogos mallorquines hicieron una excepción en su estrategia y se rindieron ante el magnate.

Su mapa electoral responde al esquema dual establecido en Baleares con dos bloques parecidos: el PP a un lado, y en el otro, los restos: la izquierda y los nacionalistas.

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Su perfil laboral es igual de desproporcionado al de toda la comunidad: una economía de servicios con contratos temporales. Sólo hay tres agricultores y un pescador. El 75% de los empleados están vinculados al turismo, y el resto son obreros dedicados a la construcción y al mantenimiento de fincas. Una parte de la masa de trabajadores y profesionales viaja a pueblos vecinos. Los inmigrantes hablan catalán y los extranjeros viven su ocio. El único obrero magrebí se casó con una española.

"Sin coches, el pueblo es más acogedor", invitan los rótulos de bienvenida a Banyalbufar, situados en la carretera que serpentea el microcasco urbano, que se desparrama entre las terrazas de viejas huertas de tomates y parrales de malvasía que dieron nombre y esplendor a esta comunidad. Banyalbufar en árabe quiere decir "las aguas construidas". El poder municipal impulsa la recuperación de las vides tradicionales y una microagricultura milenaria. La vida es de las clases pasivas y la actividad tranquila gira alrededor de los cuatro hoteles de pequeño tamaño (150 plazas) y de los más de diez bares y restaurantes que atienden a los visitantes de este pueblo, a medio camino entre enclave-dormitorio y de estancia larga para veraneantes catalanes.

La revolución local la han traído socialistas y los nacionalistas de la candidatura del partido independiente local que gobierna el Ayuntamiento desde hace casi cinco años. Llegaron al poder y optaron por el intervencionismo municipal radical. En las pasadas elecciones renovaron la alternativa de su ajustada mayoría progresista de 210 votos por 187 conservadores, una asignación que se repetirá parecida, dicen, el 12 de marzo.

"Ahora es fácil, parece esnobismo estar por la protección radical. Hace cinco años dejamos todo el territorio preservado, más allá de lo que el Parlamento dictaminó para Baleares", dice Romero.

Casi toda la política en Baleares pasa por el medio ambiente y por revisar el pasado y sus errores. Banyalbufar definió un desarrollo urbanístico casi cero -sólo hay tres solares urbanos-, y en la zona rural sólo se puede reformar lo existente. En el alejado Es Port des Canonge existe una urbanización dispersa de extranjeros y foráneos.

La derecha local ha estado articulada detrás de quien fue alcalde, el empresario hotelero Jaume Tomás, desde 1979 hasta 1995, con tres partidos distintos: UCD, Unió Mallorquina y PP. Ahora Tomás y dos de sus concejales están incriminados en una causa por supuesta malversación de fondos y corrupción en el Ayuntamiento.

Sin vallas electorales

No hay vallas ni rastro de la cita electoral. Los partidos nacionales e insulares no tienen sedes y seguramente no habrá mítines en el municipio. "Los votos ya están computados; todos sabemos quiénes somos y a quién votamos", ironiza Joan, un jubilado. El paisaje urbano es muy limpio: no se ven letreros de plástico, ni rótulos luminosos, ni tampoco referencias comerciales. Dos entidades financieras (La Caixa y BSCH) han tenido que poner, discretos, en bronce, sus emblemas coloristas. "La gente sabe que su supervivencia está en no destruir", explica Francesc Albertí, de la Asociación Cultural Bany-Al-Bahar, una de las cuatro entidades cívicas locales. "La vida cotidana y sociocultural es dinámica; civilmente hablando, está bien. Políticamente, existe una herida abierta por el caso judicial que afecta al alcalde anterior, del PP. Está latente, pero no se habla de ello", concluye.

El equipo gestor del Ayuntamiento de Banyalbufar -con dos administrativos, un guardia y 118 millones de presupuesto- es como una probeta del laboratorio, el anticipo del discurso que ha puesto en marcha el pacto PSOE-PSM-IU-Els Verds en la aventura autonómica emprendida en julio de 1999. El presidente del Gobierno de Baleares, Francesc Antich, acudió días atrás a darse a conocer (allí sólo le votaron 18 personas) y a palpar los problemas estructurales: un centro de salud, la asistencia social y el suministro de agua.

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